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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Bride Flight

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- La historia épica de Ben Sombogaart ofrece un punto de vista distinto sobre la inmigración, al relatar el fenómeno de los holandeses que emigraron a Nueva Zelanda en la década de los 50

La historia épica de Ben Sombogaart ofrece un punto de vista distinto sobre la inmigración, al relatar el fenómeno de los holandeses que emigraron a Nueva Zelanda en la década de los 50. El cine contemporáneo holandés se puso al día hace un par de años, cuando la mezcla multicultural que poblaba las calles holandesas cada día encontró su sitio en las pantallas gracias a la exitosa comedia Shouf shouf habibi! y Schnitzel Paradise [+lee también:
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. Pero después de esos primeros esfuerzos por corregir la situación, los cineastas holandeses han procurando hacer exploraciones más sutiles sobre la experiencia emigrante, cambiando de género, desde la comedia al drama.

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La película de Mijke de Jong Katia’s Sister [+lee también:
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explora la vida de la hermana menor de una prostituta rusa en Amsterdam; mientras que la película infantil Winky’s Horse [+lee también:
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y su secuela relatan sutilmente lo que significa ser un niño chino en Holanda cuando se acercan las celebraciones de San Nicolás.

El director Ben Sombogaart lleva las cosas un paso más allá con su ambicioso drama Bride Flight [+lee también:
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, centrada en los holandeses nativos que emigraron a Nueva Zelanda. El filme histórico cuenta el encuentro de tres mujeres y un hombre durante un vuelo regular entre Londres y Nueva Zelanda, en 1953. La película toma su nombre porque en el pasaje de ese avión solía haber muchas jóvenes prometidas, que viajaban para reunirse con sus futuros esposos en su nuevo hogar.

En 1953, Holanda todavía sufría las secuelas de la Segunda guerra mundial cuando grandes zonas del suroeste del país resultaron afectadas por las inundaciones en febrero de ese año, en uno de los mayores desastres naturales que ha vivido el país en todo el siglo XX. Mucha gente se mudó al Nuevo Mundo en busca de un futuro mejor.

Ada (Karina Smulders), que pertenece a una familia muy religiosa, es forzada a casarse tras descubrir que está embarazada de un chico al que apenas conoce. La chica judía Esther (Anna Drijver) quiere dejar atrás los demonios del pasado, su familia asesinada, y sueña con ser una diseñadora de modas. Marjorie (Elise Schaap) quiere formar una gran familia en Nueva Zelanda pero sufrirá nostalgia y descubrirá que no puede tener hijos. Franck (Waldemar Torenstra), un feliz y suertudo playboy, quiere fabricar su propio vino.

Bride Flight está realizada por el mismo equipo que estuvo detrás del drama bélico candidato a los Oscar Twin Sisters y se nota. Aunque la guionista Marieke van de Pol no tenía un best seller sobre el que trabajar, utilizó la investigación realizada por el productor Anton Smit para sacar adelante el primer borrador antes de viajar a Nueva Zelanda, donde se reunió con mujeres y hombres holandeses instalados en el país en la década de los 50. Muchas de sus extraordinarias historias, incluyendo una pareja que convirtió un bunker de la Segunda guerra mundial en una casa, han sido introducidas en la película, pese a que los cuatro protagonistas son personajes de ficción.

Al igual que Twin Sisters, la película se mueve entre el pasado y el presente, alternando las escenas ambientadas en 1953 con otras ocurridas supuestamente en 1963. La veterana actriz holandesa Willeke van Ammelrooy (la madre de la ganadora del Oscar Antonia’s Line), Pleuni Touw y Petra Laseur dan vida a las tres mujeres en la década de los setenta. Se reúnen para acudir al funeral de Franck (interpretado por Rutger Hauer, en un cameo), el hombre sirve de excusa para unir sus tres historias. Una cosa queda clara tras ver la película: los inmigrantes tienen el mismo derecho a la felicidad que cualquiera.

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