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PELÍCULAS / CRÍTICAS Brasil / Portugal

Crítica: A viagem de Pedro

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- El largometraje de Laís Bodanzky navega a través de los mares de la ficción para ofrecernos un viaje de urgente deconstrucción y humanización de figuras y eventos históricos

Crítica: A viagem de Pedro
Cauã Reymond en A viagem de Pedro

La historia está escrita bajo una mirada normativa cis-blanca-hetero-masculina-colonialista, dando forma a la memoria colectiva. Las figuras clave se inmortalizan con estatuas y monumentos: formas rígidas que en su mayoría son materializaciones de una necesidad de expresar (y perpetuar) el poder. Nos familiarizamos con estos personajes tanto en los espacios públicos como en la escuela, viéndolos tan rígidos como humanamente informes dentro de la dualidad simplista de héroes y villanos. Las cosas van más allá de lo que se adoctrina (y se ha adoctrinado). Una película bien construida que con su forma fluida (encapsulada en un marco temporal rígido), podría permitirnos obtener una perspectiva un poco más amplia de lo que ha sucedido en el pasado, de quiénes eran estas personas e incluso intentar rellenar algunas lagunas de lo que antes se consideraba irrelevante (y se resumía en una frase en un libro de texto).

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Esta es la premisa de Pedro, recién estrenada en los cines portugueses por Alambique. D. Pedro (IV en Portugal y I en Brasil) emprendió un viaje de vuelta a Portugal para luchar contra su hermano, D. Miguel, para recuperar así el trono portugués para su legítima heredera: su hija. A través de la ficción, la película de Laís Bodanzky trata de llenar el vacío de lo que pudo ocurrir en este viaje: un episodio histórico que no ha sido examinado a fondo.

A través de la mirada de Bodanzky y la actuación de Cauã Reymond, conseguimos un desmantelamiento magistral del "concepto" de D. Pedro (siempre calificado de héroe), presentado como alguien con multitud de emociones, luchas y defectos. Con un montaje hábil y de ritmo adecuado, que también nos lleva a la tierra, a su infancia y al mundo de las pesadillas, vemos cómo este personaje se va desintegrando psicológicamente, hasta llegar al borde de la locura. Sobre todo debido a un sentimiento de falta de virilidad mezclado con la presión social. Y este aspecto particular es una declaración urgente y contemporánea en forma de personaje sobre el estado del mundo y las dinámicas que a veces lo rigen y definen: los egos masculinos vulnerables (o la masculinidad frágil).

Aunque D. Pedro es el centro de la película, nos acercamos también a los personajes femeninos: D. Amélia (Victória Guerra), Leopoldina (Luise Heyer), Dira (Isabel Zuáa) y Carlota Joaquina (Luísa Cruz). A través de un guión detallado y bien escrito, combinado con un reparto acertado y unas sólidas interpretaciones, las vemos en un espacio de justa expansión. Este conjunto diverso de personalidades, generaciones y clases sociales nos da una idea clara de lo que significaba y, a veces, sigue significando ser mujer.

Como pieza de época, es importante destacar cómo esta película ha logrado escapar de la trampa fácil de hacer que las cosas parezcan como si estuviéramos en el siglo XIX desde un punto de vista del siglo XXI. Uno puede sumergirse fácilmente en este (turbulento) universo gracias a la gran dirección artística, el diseño de vestuario y los diálogos guionizados, mezclados con una cuidada iluminación y una suave fotografía. Sin embargo, el mayor defecto de la película podría estar en un pequeño detalle: los tipos de letra y la estética general anticuada de los créditos y los textos.

Empezamos y terminamos esta aventura sabiendo que D. Pedro quería convertirse en una estatua (y así fue). Lo que hizo Laís Bodanzky fue crear algo más fluido y humano: un retrato de ficción honesto que nos da pistas de capas y multitudes que podrían ser un primer paso para hacernos volver a pensar la forma de ver y aprender la historia portuguesa.

Pedro es una producción de Buriti Filmes (Brasil), Biônica Filmes (Brasil) y O Som e a Fúria (Portugal).

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(Traducción del inglés por Ainhoa Seuret Manzano)

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