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VISIONS DU RÉEL 2022 Competición nacional

Crítica: Hijos del viento

por 

- Felipe Monroy sigue documentando las heridas abiertas de una Colombia asfixiada por un dolor profundo, cuyas huellas son visibles en el presente

Crítica: Hijos del viento

El director colombiano Felipe Monroy, formado en la HEAD (Universidad de Arte y Diseño) de Ginebra, no evita ningún tema mientras filma su tierra natal con una mirada lúcida y políticamente comprometida. Su último largometraje, Hijos del viento, seleccionado este año en la competición nacional del Visions du réel, cierra una larga trilogía documental sobre las víctimas del conflicto armado, una guerra civil que ha durado medio siglo y se ha cobrado al menos 215.000 víctimas civiles. Hasta que en 2016 comenzó el proceso de paz, que el propio director filmó en su cinta Los fantasmas del Caribe [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
(presentada en la selección oficial de Visions du réel en 2018).

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¿Es posible hacer las paces con la historia de nuestro país, reconciliarse y perdonar a pesar de las profundas heridas del pasado? Felipe Monroy rechaza esta visión optimista de las cosas, optando por reunir pruebas de una violencia inaceptable y manteniendo viva la memoria de un pueblo que quiere llorar su dolor sin vergüenza. Lo que le interesa al director es reconstruir a través de la brutal colección de evidencias de un pasado marcado por el sufrimiento y la injusticia.

Acompañado por el sargento Mora, el primer soldado en exponer los crímenes del ejército colombiano, así como por un grupo de madres en luto que buscan justicia, Felipe Monroy deconstruye el falso argumento del gobierno de Álvaro Uribe, que provocó la muerte de miles de civiles, en muchos casos jóvenes, asesinados por las milicias colombianas. Hijos del Viento trata sobre los falsos positivos, civiles inocentes a los que el ejército del presidente Uribe secuestró, torturó y asesinó, haciéndolos pasar por peligrosos guerrilleros, con el perverso objetivo de demostrar la eficacia de los grupos paramilitares y del ejército en la lucha contra el tráfico ilegal de la guerrilla. Uribe ha puesto en marcha un sistema de ascensos que impulsa la carrera de aquellos militares que combaten “de forma efectiva” al enemigo. No importa que los enemigos sean ficticios y que los chicos asesinados sean en realidad jóvenes inocentes que se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado. Felipe Monroy, junto a las madres de los innumerables falsos positivos, denuncia los abusos de este sistema corrupto, dando voz al dolor de las familias que lo han perdido todo por culpa de un gobierno sin escrúpulos que solo piensa en salvar su propia fachada grotesca.

Hijos del viento es un acto de resistencia, una película que sirve como testimonio de un pasado cruel y brutal que impregna dolorosamente el presente. A través de las declaraciones que liberan voces a menudo oprimidas, la cámara de Monroy (con primeros planos que muestran una extraña fuerza en los rostros de las familias de las víctimas) parece sumergirse directamente en el corazón de las madres de los chicos asesinados, extrapolando su dolor en un movimiento catártico que hace visible lo invisible y da voz a lo indecible.

Entre la ira y el deber de la memoria colectiva, Hijos del Viento denuncia las heridas de una guerra sin sentido (como todas las guerras), promoviendo una forma activa de ciudadanía y de rebeldía contra las injusticias. En este sentido, el cine se convierte en un arma de denuncia activa, una lucha por la verdad en una sociedad que se alimenta del silencio.

Hijos del viento es una producción de la suiza Adok Films, la francesa Les Films d’Ici y la colombiana Totiante DC. Adok Films se encarga de las ventas internacionales.

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