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VISIONS DU RÉEL 2022 Competición Burning Lights

Crítica: Los saldos

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- La película de Raúl Capdevila Murillo es una amarga pero apasionada carta de despedida y un homenaje a un mundo campesino obligado a adaptarse al sistema, o a desaparecer

Crítica: Los saldos

Después de conquistar al público y a la crítica con su película coral Judas (2017), rodada en colaboración con Juan Carrano, Raúl Egües y Alejandra Vera, Raúl Capdevila Murillo presenta ahora su última propuesta, que ha tenido su estreno mundial este año en la competición Burning Lights del Visions du réel. Los saldos es un retrato agridulce de un universo, el de los campesinos y agricultores, que parece desvanecerse como el polvo de los campos.

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En Los saldos, el director aragonés pone el foco en la vida cotidiana de su familia, en la interminable extensión de campo que lo acogió durante su infancia y adolescencia. El protagonista indiscutible de este documental majestuoso e inquietante (en el sentido más positivo del término), ambientado en un paisaje árido, es José Ramón Capdevila, el padre del director, un agricultor que lucha por sobrevivir a pesar de la llegada del "Grupo Pini", una importante empresa del sector cárnico que quiere construir un macro-matadero en la región. La granja familiar tiene que lidiar con cambios sociales radicales, debido a la competencia cada vez más peligrosa y desleal de las grandes compañías de alimentación, que se basan en la ley de la supervivencia del más fuerte.

La vida de José Ramón, de por sí complicada, se ve trastocada por el regreso de su hijo (el propio director) a Binéfar, la ciudad natal donde este último pasó la primera parte de su vida. Tras abandonar el campo para irse a la ciudad (donde estuvo estudiando y trabajando), el director se ve obligado a regresar a casa, donde deberá adaptarse a una realidad diaria que se apoya en rituales basados ​​en los ritmos de la naturaleza, unos rituales que creía pertenecientes al pasado. En Los saldos, acompañamos al director en su viaje a través de un difícil camino de reintegración en un universo agrícola que está desapareciendo.

La transición de la ciudad al campo, pasando del ritmo frenético de la industrialización a la calma aparentemente aletargada del rural, no resulta nada fácil, forzando al director a enfrentarse a un declive que esperaba incipiente. ¿Todavía tiene sentido sacrificar la propia vida por la agricultura en una sociedad que solo valora los beneficios? ¿Qué nos queda de los rituales casi místicos de una cultura rural que se ha vuelto marginal (en una escena maravillosa, el hijo le pregunta a su padre y a su abuela sobre los "curanderos" de verrugas)? Con Los saldos, Raúl Capdevila Murillo intenta captar ese momento suspendido entre la esperanza y la desilusión, entre la lucha y la resignación, como para recordarnos que puede haber héroes entre los perdedores. De hecho, su padre es uno de estos héroes secretos, un granjero que, a pesar de la absoluta conciencia de que este estilo de vida está llegando a su fin, sigue creyendo en el poder de los rituales ancestrales que ahora se consideran obsoletos.

Los saldos (cuyo título original también podría traducirse por “los restos”) captura el cinismo de una sociedad en la que hasta las personas tienen fecha de caducidad, y donde el consumismo lo domina todo. En ese sentido, la ambientación de la película resulta particularmente poderosa, presentando reminiscencias de los westerns, donde las víctimas y los verdugos están claros desde el principio. A través de la incisiva mirada experta del director, el paisaje árido que rodea Binéfar se transforma en un campo de batalla en el que es posible luchar e imponer la verdad por última vez, a pesar de intuir el final que se avecina.

Los saldos es una producción de la gallega Acariño Films.

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(Traducción del italiano)

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