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PELÍCULAS / CRÍTICAS España

Crítica: El ventre del mar

por 

- El catalán Agustí Villaronga parte de la historia, la pintura y la literatura para firmar una ecléctica cinta de supervivencia que indaga sin piedad en lo más oscuro del ser humano

Crítica: El ventre del mar
Òscar Kapoya Besteiro y Roger Casamajor en El ventre del mar

Un tema recurrente en todo tipo de obras de arte es hasta qué punto los seres humanos pueden convertirse en salvajes cuando se encuentran al borde de la muerte. En su décimo largometraje, El [+lee también:
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, que se estrena el 12 de noviembre en cines españoles (tras su paso por varios festivales), el director Agustí Villaronga (Pa negre [+lee también:
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) explora un hecho histórico y dos célebres obras basadas en él, con el objetivo de concebir una tercera y vincularla, de forma indirecta pero obvia, a las catástrofes que ocurren actualmente en los márgenes de Europa.

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La historia gira en torno a las macabras consecuencias del naufragio de la fragata de la Armada francesa La Medusa, ocurrido en 1816, que dejó a 147 personas sobre una estrecha balsa en medio del mar, a la merced de Dios y de su propia misericordia. Cuando otro barco los descubre por accidente después de 13 días, muchos se han suicidado, asesinado y comido entre ellos, y solo 15 han sobrevivido. Inspirándose visualmente en el cuadro La balsa de la Medusa, de Théodore Géricault, y con un guion basado en un capítulo concreto de la novela Océano mar, de Alessandro Baricco, Villaronga se centra en la cruel interacción humana a bordo de la balsa, prestando especial atención a los aspectos jerárquicos y raciales que se esconden bajo el salvaje proceso de eliminación. A través de flashbacks y secuencias introspectivas de pesadilla, la narración salta hacia delante y hacia atrás en el tiempo, entre el escenario real de la tragedia y el juicio posterior, en el que el médico francés Savigny (Roger Casamajor) y el marinero negro Thomas (Òscar Kapoya Besteiro) reconstruyen los acontecimientos a través de sus puntos de vista subjetivos, mientras representan a los estratos sociales de los que forman parte.

El conflicto se construye sobre la base de su antagonismo, que apunta sutilmente a las historias ocultas y salvajes del colonialismo y la dominación blanca. A pesar de defender públicamente sus acciones criminales con un cierto sentido de superioridad, Savigny vive acosado por su conciencia y sentimiento de culpabilidad, aludiendo al arquetipo de culpa del perpetrador blanco, mientras que la ira y la apariencia feroz de Thomas transmiten el deseo de venganza que han albergado los esclavos durante siglos.

Filmada predominantemente en blanco y negro, El ventre del mar expone abiertamente las eternas actitudes coloniales y la oposición entre blanco y negro a nivel humano, que aún persiste en la Europa actual. Además, señala de forma más específica la crisis de los refugiados, incluyendo extractos de la serie documental En el mismo barco (2015), de Francesco Zizola, con imágenes de africanos que luchan por sobrevivir en el Mediterráneo.

Probablemente debido a que Villaronga adaptó primero el texto de Barrico para una obra de teatro, que finalmente se canceló justo antes de la pandemia en 2020, los diálogos largos y profundos resultan a menudo demasiado teatrales, a pesar de las excelentes interpretaciones. Por otra parte, aunque el apartado visual es estéticamente impactante, cuando se combina con el texto, casi nunca fluyen juntos con un lenguaje cinematográfico orgánico. El experimentado trabajo de cámara de Josep M. Civit y Blai Tomàs fluctúa entre las sangrientas escenas de la carnicería en la balsa y la esterilidad formal del ambiente judicial, generando un efecto alienante que nos insta a racionalizar la película, en lugar de experimentarla.

El ventre del mar es una coproducción entre las españolas Testamento ProduccionesLa Perifèrica Produccions y Link-Up Barcelona.

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(Traducción del inglés)

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