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REYKJAVIK 2021

Crítica: Owls

por 

- En su primera película, presentada internacionalmente en la sección Icelandic Panorama de Reikiavik, Teitur Magnusson explora el maltrato doméstico, la pena y la culpa

Crítica: Owls
Bjartmar Einarsson en Owls

En el intertítulo que cierra el debut del productor, director y guionista islandés Teitur Magnusson, Owls, proyectado en el Festival de Reikiavik, leemos que a una víctima de maltrato doméstico le cuesta una media de siete intentos salir de su relación. La concienciación sobre este importante tema ha aumentado con el movimiento #MeToo y el peligro de que empeorara con el confinamiento de la pandemia, en el que las víctimas no tenían escapatoria, literalmente.

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Cuando conocemos a uno de los dos héroes, el barbirrojo Pall (el coproductor Bjartmar Einarsson, en su primer papel en un largometraje), está cortando leña en frente de su casa en medio de la nada, y fumando en pipa. Después sale del lago con un pez en la mano, que fríe para después comérselo sin pan ni guarnición de ningún tipo. Al principio parece casi una parodia del estereotipo del hombre solitario en la naturaleza, pero su aislamiento y su ascetismo quedan pronto explicados.

Las paredes de su casa están repletas de pinturas y dibujos de lechuzas, y él también intenta dibujarlas mientras mira una foto de la que inicialmente solo vemos el revés. También habla con alguien –su difunta esposa, suponemos– y escucha cintas con grabaciones de su terapia. Cuando no come pescado, come pato; por tanto, vemos su "arma de Chéjov” mucho antes de que Elisabeth (Rakel Ýr Stefánsdóttir, que también debuta en un largometraje), una joven rubia y apaleada, se desplome en la carretera cerca de casa de él.

Él la lleva a su casa y, al principio, se muestra reservado y frío; ella, tras darse una buena ducha y comer un plato de pescado, empieza a sentir curiosidad. Gradualmente van cogiendo confianza y mostrándose más cálidos, aunque cualquier posible química sexual esté bloqueada por el celo con el que Pall se guarda para sí mismo su pasado y su dolor. Y, cuando el novio de Elisabeth llama a la puerta, nuestro héroe no solo la protege, sino que hace insistentemente la eterna pregunta: ¿por qué sigue con él?

Desde el punto de vista artístico, el director saca todo el partido posible a la localización interior de una sola estancia y al bello y soleado paisaje rural islandés; el director de fotografía, Joshua Ásberg, consigue crear una inesperada riqueza de atmósferas a partir de una casa sencilla gracias a un trabajo de iluminación brillante. La banda sonora de Magnús Jóhann Ragnarsson combina una cuerda chirriante y disonante con la percusión para crear unos ambientes sonoros inquietantes que quedan especialmente misteriosos en contraste con la cálida luz solar que entra por las ventanas de la casa de Pall, evocando enseguida la dinámica del maltrato de pareja.

Einarsson y Stefánsdóttir hacen una pareja cinematográfica fuerte, dinámica y con gancho, y el trabajo de caracterización de los personajes de Magnusson es tan realista y arraigada en la psicología que la posibilidad de que se enamoren apenas se le pasa por la cabeza al espectador.En sus arcos, se intercambian los papeles hacia el final del segundo acto, pero finalmente la película trata el dolor y la culpa de Pall con más profundidad y de forma más satisfactoria que la situación de Elisabeth.

Owls es una coproducción de las empresas islandesas Murra y Andvaka.

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(Traducción del inglés por Sara Hernández Pozuelo)

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