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PELÍCULAS / CRÍTICAS Francia / Bélgica / Reino Unido

Crítica: Eugénie Grandet

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- Olivier Gourmet borda un papel de avaro capitalista que esclaviza a su hija, que busca la libertad, en una adaptación de la implacable novela de Balzac de la que Marc Dugain extrae la esencia

Crítica: Eugénie Grandet
Joséphine Japy en Eugénie Grandet

“Quien no respeta el dinero no puede aspirar a la felicidad”. “¿Descubrir el mundo? Pero, ¿qué esperas de él?” “¿Carne? Con el caldo es suficiente”, "¿Cuándo te decidirás a casarte con Eugenia? Ya no es una mujer joven y nuestra mala fortuna no la convierte en una presa codiciada". Estamos en 1819, en Saumur, en el corazón de las provincias francesas, en la época de la Restauración monárquica y del auge del capitalismo (comercio triangular, especulación inmobiliaria, etc.) tras las tormentas de la Revolución y el Imperio. Una joven pasa el día en casa, entre la costura, la lectura, la mirada por la ventana y las sobrias comidas con su padre y su madre: "una vida en la que no pasa nada, que transcurre para nada, esperando la voluntad de los hombres".

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Al decidir adaptar la cruel novela homónima de Balzac con Eugénie Grandet [+lee también:
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, estrenada hoy en los cines franceses por Ad Vitam, Marc Dugain, el escritor y cineasta apasionado por las inmersas históricas (Une exécution ordinaire, L’Échange des princesses [+lee también:
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entrevista: Anamaria Vartolomei
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), no sólo devuelve a la luz un clásico cruel y ejemplar de la literatura francesa con una fidelidad que va directamente al grano, también le da repercusiones contemporáneas muy relevantes en nuestra época de cuestionamiento feminista, del dominio del patriarcado y de denuncia de la corrupción de las almas hipercapitalistas.

La novela y la película exponen estos amplios problemas de la sociedad a través de un microcosmos familiar y una casa oscura en la que Félix Grandet (el excelente Olivier Gourmet), un empresario de bajo perfil, negocia ferozmente tierras, piedras, barriles, etc., mientras afirma ser pobre y haber convencido de ello a su mujer (Valérie Bonneton) y a su hija Eugénie (Joséphine Japy). Esta última es considerada y tratada por su padre como un bien como cualquier otro, del que debe sacar el máximo provecho, es decir, gastar lo menos posible en su dote y robarle la herencia si es necesario. Pero el hombre también está consumido por la fiebre del oro y cuando Eugenia, que en la soledad sólo sueña con un gran amor, se deja seducir por un (hipócrita) primo parisino que estaba de paso (César Domboy), su padre la encierra literalmente en su habitación, negando los intentos de mediación de su esposa: "aunque muráis, no perdonaré nada". Y efectivamente, la muerte ya está actuando y las grandes esperanzas de libertad de Eugenia parecen cada vez más ilusorias. Pero el destino tiene más de un as en la manga…

La película es un retrata de forma muy aguda los vicios mediocres y las sombras del endiosamiento del dinero en un entorno provinciano conformista de rumores, chanchullos y asistencia dominical a la iglesia, Eugénie Grandet teje su red casi a puerta cerrada en una penetrante cámara de eco de la sociedad humana. Una historia íntima en la que Marc Dugain consigue captar lo esencial gracias a unas elipsis temporales bien elegidas (aunque la fase de amor a primera vista sea un poco rápida), al buen dominio de la luz y de los rostros por parte del director de fotografía Gilles Porte y, por supuesto, a los muy buenos intérpretes (Olivier Gourmet, con su egoísmo sorprendentemente pícaro, y Joséphine Japy, ideal como víctima puramente inocente e idealista, pero también a todos los papeles secundarios). Un largometraje que demuestra una vez más el poder despiadado de la evocación de Balzac y la queja al destino de las mujeres, sea cual sea la época, cuando se ven sometidas al dominio de los hombres con el beneplácito de la sociedad.

Eugénie Grandet está producida por High Sea Productions y Tribus P Films y coproducida por Ad Vitam, Scope Pictures (Bélgica) y Featuristic Films (Reino Unido), y Kinology se ocupa de sus ventas internacionales.

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(Traducción del francés por Ainhoa Seuret Manzano)

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