20/09/2021 - Un zoo de Ankara pierde su posesión más preciada, y el director turco Emre Kayis se pregunta en su primer largometraje quién va a acarrear con la responsabilidad

El leopardo anatolio del título se llama Hércules, y tristemente no sobrevive a la película el tiempo suficiente para refutar la idea de que los leopardos no cambian sus manchas. El director novel Emre Kayis prefiere indagar en los personajes humanos, un grupo demacrado y envejecido, sin una característica redentora en el conjunto. La atmósfera de esta mordaz parábola social es darwiniana, en el sentido capitalista; y parafraseando otra vez a Shakespeare: los leones doman a los leopardos. La película se estrenó en la sección Discovery de la presente edición híbrida del Festival de Toronto, donde recibió el premio FIPRESCI del jurado.

En general, Anatolian Leopard [+lee también:
tráiler
ficha de la película] parece una película a medias, como si su director, contento con el buen trabajo que estaba haciendo en las primeras etapas, y hubiera decidido seguir en punto muerto hasta que pudo escribir “FIN” en la última página del guion. Casi hasta el final del primer acto —donde la preciada bestia rara del zoológico se pierde—, todo funciona a la perfección: quizás Kayis empezó a quedar atascado, al igual que nosotros como público, al definir cómo las diferentes facciones de la historia responden a la situación. La línea narrativa es delgada, pero los temas que se tratan son amplios: podría definirse como una película extraña donde los paralelismos con el clima político y las “fake news” crean más opacidad que tranquilidad.  

En términos formales, Kayis consigue el extraño hito de idear un zoológico —nada más y nada menos— que parece un vertedero poco atractivo y podrido. No es la laberíntica casa de los horrores del documental Bestiaire, de Denis Côté (una de las películas recientes más notables sobre este tema), ni tampoco tiene los animales alegres de cualquier película familiar; en las escenas ambientadas a principios del invierno, la nieve se acumula en las barras de la jaula y en los senderos, por lo que apenas podemos ver a una criatura amistosa. Este dilema lleva al alcalde de Ankara (es una instalación pública) a vender la tierra a un consorcio de construcción emiratí, que pretende convertir este curioso y deplorable lugar en el parque temático “Lámpara Mágica de Aladino”. Kayis se divierte con la previsualización del negocio, exhibiendo una representación en 3D pasada de moda de una montaña rusa ambientada en Las Mil y Una Noches.  

Fikret (Ugur Polat), el taciturno y leal gerente del zoológico —“22 años aquí,” como le recuerdan varios personajes— quiere mantener la pasión de su vida, y ha estado usando el destino único de la posesión más preciada del zoológico, un extraño leopardo anatolio, para detener estos cambios: ¿dónde vivirá en esta nueva configuración? Pero su repentina muerte abre un nuevo camino para Fikret y su sufrida asistente, Gamze (Ipek Türktan), que llevan su causa más lejos, y traen a los medios de comunicación y el cumplimiento de la ley. El desenlace de la película se centra en diálogos deliberados e inexpresivos entre Fikret y sus asociados (en su mayoría, la ciudad parece habitada por amigos y conocidos de su juventud), con sorprendentes digresiones sobre la mitología griega y la política de izquierdas, pero disminuye el impulso hacia adelante en la trama.  

Una manera infalible de concluir la película es darle al público lo que espera, mientras lo pillan desprevenido. Anatolian Leopard entretiene hasta el final, un poco ahogada por el significado simbólico de sus especies amenazadas, hombre y bestia por igual.  

Anatolian Leopard es una coproducción entre Turquía, Polonia, Alemania y Dinamarca. Su productora es Olena Yershova de Tatofilm; las otras productoras son Asteros Film, Adomeit Film, Donten & Lacroix Films y elemag pictures. Luxbox gestiona las ventas internacionales.

(Traducción del inglés)