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KARLOVY VARY 2021 East of the West

Crítica: Otar's Death

por 

- En su primer largometraje, el director georgiano Ioseb “Soso” Bliadze sumerge al público en el mundo de las madres inaccesibles y los hijos paralizados a nivel emocional

Crítica: Otar's Death
Nutsa Kukhianidze en Otar's Death

En una de las primeras escenas de Otar's Death [+lee también:
tráiler
entrevista: Ioseb 'Soso' Bliadze
ficha de la película
]
, que participa en la competición East of the West del Festival de Karlovy Vary, vemos a Keti (Nutsa Kukhianidze) vestida con un escueto top y fumando un cigarrillo e intentando convencer a una señora de mediana edad para que compre una crema facial antiarrugas, afirmando que la crema es cara porque es sueca. En ese momento nos damos cuenta del tipo de mundo en el que nos está zambullendo el primerizo director georgiano Ioseb "Soso" Bliadze. Se trata de una sociedad de personas ineptas y oprimidas que sobreviven a duras penas y cuya única esperanza de un futuro mejor pasa por abandonar su ciudad o su país.

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Keti, la madre relativamente joven del adolescente Nika (Iva Kimeridze), sigue siendo muy fiestera, pero un día el joven la obliga a levantarse con resaca tras una noche regada con mucho alcohol, muy habitual en Tiflis, para ir al lago. Cuando regresan, Nika, que ni siquiera debería conducir, arrolla a un anciano, Otar (Marlen Egutia), delante de la casa de campo de este. El nieto de Otar, Oto (Archil Makalatia) sale corriendo del patio de la casa, saca a la fuerza al joven del coche y le golpea antes de que su madre, Tamara (Eka Chavleishvili), logra apaciguar la situación.

Llegan entonces un policía y un médico: al final Otar muere. En lugar de presentar cargos, Tamara exige un pago importante en un plazo de 24 horas. El policía también está involucrado. Posteriormente nos enteraremos de que su relación con la familia de la casa es cercana, o mejor dicho muy cercana.

De vuelta a Tiflis, Keti intenta solicitar un préstamo al banco, pide dinero a sus padres y vende su coche. A pesar de todo ello aún le falta mucho para conseguir la cantidad solicitada. Nika, mientras tanto, está a punto de ir a una fiesta con la chica que le gusta, Ana (Taki Mumladze). La primera vez quedan en el famoso funicular de Tiflis, donde él abusa de ella después de conseguir que por fin le dé un beso. Es una escena tremendamente incómoda en la que Nika intenta con poco éxito y mucha violencia salirse con la suya. No es un depredador experimentado pero puede que se esté convirtiendo en un sociópata.

Conforme avanza la película se va equilibrando la atención que se presta a la familia urbana y a la rural. Esta última no es en absoluto lo que podríamos esperar, una familia de campesinos rudos. Tamara es profesora de música y le encanta tocar el chelo en el granero entre ristras de pimientos rojos, mientras que él tiene una fría relación sexual con una mujer mayor, amiga de su madre.  

En esta película no hay buenos ni malos, solo personas infelices e incompletas cuyas carencias y malas decisiones provocan incluso más desdicha a sus familiares. Ambas madres son distantes e inaccesibles para sus hijos; una no está suficientemente presente y la otra es excesivamente controladora. No sorprende por lo tanto que sus hijos tengan carencias y dificultades emocionales. Pero un par de originales detalles visuales y conexiones contextuales, unas pinceladas de humor absurdo y las encantadoras interpretaciones de Kukhianidze y Egutia evitan que la película caiga en una espiral insalvable.

El trabajo de cámara de Dimitri Dekanosidze es rico y creativo. Destaca las diferencias entre lo rural y lo urbano a través de colores contrapuestos combinados con una gran variedad de exteriores e interiores. La música de Domas Strupinskas, que mezcla la electrónica con las cuerdas, ayuda al espectador a zambullirse un poco más en la película. Hasta el inesperado, sorprendente y alentador final cuesta despegarse de los personajes de Bliadze, que logra un largometraje convincente e incómodo, si bien el guion hace aguas en algunos puntos.

Otar's Death es una coproducción entre las georgianas Maisis Peri and Artizm, la alemana Color of May y la lituana M-Films. La finlandesa The Yellow Affair gestiona los derechos internacionales.

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(Traducción del inglés por Marcos Randulfe)

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