email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

CANNES 2021 ACID

Crítica: Aya

por 

- CANNES 2021: Simon Coulibaly Gillard propone una historia de iniciación a la vez clásica y atípica, que toma prestado de los documentales su método y de las ficciones su potencia

Crítica: Aya
Marie-Josée Kokora en Aya

Aya (Marie-Josée Kokora) nació y creció en la isla de Lahou, a unos cincuenta kilómetros de Abiyán. Vive con su madre y su hermano menor, al ritmo del mar, de las olas, que acarician y borran. Pues el mar poco a poco se come la tierra. Su playa desaparece. De la ciudad que conocieron sus mayores sólo quedan migajas, sólo un pueblo, algunos barcos de pesca, y un cementerio, cuyas tumbas se vacían día tras día.

A Aya le gustaría resistirse a esta lenta erosión. Cuando se olvida de su vida cotidiana, hace tareas y juegos. Ayuda a su madre, cuida de su hermano, sube a los cocoteros y sueña sobre la arena. No sueña tanto con lugares lejanos, sino con otra época, un pasado feliz y tranquilo, donde el mar era un aliado. Aya, refugiada en la infancia risueña de sus días en Lahou, deberá crecer y dejar atrás la infancia, tanto literal como metafóricamente.  

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

Aya [+lee también:
tráiler
entrevista: Simon Coulibaly Gillard
ficha de la película
]
, que ha clausurado la selección del ACID del 74º Festival de Cannes, es una historia de paso a la edad adulta y de exilio. Un punto de partida más que de fuga, de desarraigo más que de abandono, que implica una pérdida de referencias y de identidad cada vez más dolorosa.   

El primer largometraje de Simon Coulibaly Gillard convence por la contagiosa vitalidad de Aya y por la belleza de la imagen, el viento del océano, un océano tan versátil como locuaz, que parece murmurar al oído de sus habitantes. Un océano demiurgo, que se encarga de reescribir su destino.

Una belleza formal cuando sabemos que la película se grabó con un equipo muy pequeño, algo que nunca adivinamos en la pantalla. El director se encarga de la imagen, el sonido, la continuidad y la dirección artística, mientras que dos asistentes de dirección se encargan de las traducciones y del contacto con los habitantes de la isla, actores aficionados recrean su presente. Al igual que el mar, antagonista principal del relato, los paisajes se inscriben en la historia, contando grandes y pequeñas historias.

Las escenas nocturnas donde los hombres abren las tumbas en silencio para trasladar los restos de los ancestros muertos en la isla a envases de plástico son como guardianes impotentes de la historia, que intentan de alguna manera retener el recuerdo que se escapa como la arena entre los dedos.  

Las cualidades inmersivas de la puesta en escena nos sumergen en una realidad lejana que trata temas universales, y sella el destino de una África occidental carcomida por el éxodo rural. Aya tendrá que irse, como tantos otros antes que ella. Se irá, pero nunca olvidará. Empujada por la vida nocturna de una jungla urbana que afronta con valentía, sed de vida y determinación, Aya supera esa etapa como puede. Aya, chica de Abiyán, por siempre de Lahou.

La película se ha hecho con el apoyo de los fondos de ayuda a las producciones ligeras lanzadas hace unos años por la Fédération Wallonie Bruxelles. En la producción han intervenido Michigan Films (Bélgica) y Kidam (Francia). Tavskoski Films gestiona las ventas internacionales.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

(Traducción del francés)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy