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BERLINALE 2021 Panorama

Crítica: Celts

por 

- BERLINALE 2021: El primer largometraje de la directora serbia Milica Tomović conecta su propia generación con la de sus padres en una historia que refleja la caída de la sociedad

Crítica: Celts
Dubravka Kovjanić en Celts

Marijana (Dubravka Kovjanić) se despierta mientras su marido (Stefan Trifunović) está en la ducha y comienza a masturbarse. El hombre sale del baño y sale de la habitación cuidadosamente de puntillas mientras ella gime bajo las sábanas.

Su casa se encuentra en el suburbio de Borča, en Belgrado, que no es ni un centro urbano ni una zona rural, lo que representa una de las muchas identidades a medias que aborda el primer largometraje de la directora serbia Milica Tomović, Celts [+lee también:
tráiler
entrevista: Milica Tomovic
ficha de la película
]
, la cual se estrenó mundialmente en la sección Panorama de la Berlinale. Se sitúa en el año 1999, cuando Serbia lidera guerras en Croacia y Bosnia, mientras su sociedad, asolada por la inflación, es gobernada por políticos despiadados y bandas criminales.

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Marijana, junto con su suegra, prepara sándwiches para la fiesta de cumpleaños de su hija de ocho años, Minja (Katarina Dimić), una gran fan de Las Tortugas Ninja. Mientras la niña se pone felizmente su disfraz de Raphael hecho en casa, su rebelde hermana adolescente Tamara (Anja Đorđević) se encierra en su habitación con música punk a todo volumen. El padre, que conduce un taxi para mantener a la familia de tres generaciones, se dirige a casa de los vecinos para pedir prestado un perro para que los niños jueguen.

Al caer la tarde, no solo vienen a celebrarlo los amigos de Minja, sino también compañeros y familiares de sus padres. El hermano medico de Marijana (Nikola Rakočević) trae whisky, el hermano del padre, Goran (Jovan Belobrković), trae una caja de cerveza, así como una nueva ideología y peinado anarco-punk. Zaga (Nada Šargin) trae a su nueva novia (Jovana Gavrilović), sobre todo para darle celos a su ex (Jelena Djokić).

Es una fiesta caótica, llena de discusiones acaloradas y pasiones ocultas que salen a la luz fácilmente, lo que hace que Marijana se sienta cada vez más apartada. Ya ha oído todo esto antes y el ambiente de embriaguez solo sirve para aislarla aún más. En un momento dado, abandona la fiesta y los demás tardan en darse cuenta de su ausencia.

Esta es una película sobre una mujer que quiere algo más que una masturbación matutina y sándwiches de margarina y pepinillos, sobre una chica que solo quiere que sus amigos admiren su disfraz de Raphael, sobre un chico tímido que se quema los pantalones en el calentador del baño al intentar quitar una mancha y sobre un marido que se siente emasculado porque su mujer se corta el pelo.

Sin embargo, también es la historia de la generación de la directora. Minja podría representar a Tomović, que nació en 1986, que ahora son padres ellos mismos y que viven en una Serbia que sigue gobernada por las mismas personas y estructuras que destruyeron países y asesinaron a miles de personas en la década de los 90 y que ahora se blanquean con puntos de vista ostensiblemente “proeuropeos”. ¿Hemos aprendido algo? Lo dudo, a juzgar por la Serbia de hoy; pero hay una generación de cineastas, incluyendo a Tomović y a gente como Ognjen Glavonić y Marta Popivoda, que realizan preguntas incómodas para que no olvidemos el pasado reciente como quiere el gobierno de hoy, con la obligación de que debemos hacerlo mejor que nuestros padres, que perdieron su oportunidad.

La historia se desarrolla de una forma admirablemente orgánica, como la propia fiesta caótica. El director de fotografía Dalibor Tonković, la escenógrafa Marija Mitrić, la compositora Ana Djurović y la editora Jelena Maksimović crean un mundo en el que la nostalgia se sustituye y en gran medida por la amargura, un torbellino de conflictos, romances, resentimientos y envidias, pero también de auténtica conexión humana, incluso de generosidad. Al elegir a actores menos conocidos para los papeles principales y camuflar a los famosos con meticulosos detalles de época, Tomović hace que el espectador se cuestione su propia percepción y su memoria, lo que da como resultado una película que se siente como una piedra en el zapato.

Celts fue producida por EED// Productions, con sede en Belgrado, y la compañía alemana m-appeal tiene los derechos internacionales.

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(Traducción del inglés por Eva Martínez)

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