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JIHLAVA 2020

Crítica: L'Homme qui penche

por 

- Marie-Violaine Brincard y Olivier Dury rinden un bello homenaje al talento y al destino trágico del poeta Thierry Metz a través de un documental atmosférico y literario

Crítica: L'Homme qui penche

“¿Dónde estamos? ¿Qué hora es? Es ahora y es el libro. Y no encontré nada. Pero yo siembro todo lo que soy para que haya un camino donde nuestras voces se encuentren”. En L'Homme qui penche [+lee también:
tráiler
ficha de la película
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, Marie-Violaine Brincard y Olivier Dury se sumergen en la vida y en la obra del poeta francés Thierry Metz, que se quitó la vida en 1997, a la edad de 40 años. La película, estrenada en la sección Opus Bonum de Festival de Ji.hlava, es un documental de creación cautivador y desgarrador, ascético y ambiental, a la vez que impresionista y realista, donde la lengua y el pensamiento son el motor de una búsqueda desesperada de la serenidad en el coro invisible de las ínfimas variantes del poder de la naturaleza.  

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“Yo busqué, sin aguantar más, un poco de tierra en lo alto del árbol, y de pan. Encontré un campo, un sendero, más bien un camino blanco, al que entregarme un día, uno solo, a lo que no es nada: sólo dibujar líneas”. Los escritos del poeta, que aparecen en voz en off durante toda la película (fragmentos de las colecciones Sur la table inventée, Le journal d’un manœuvre, Entre l’eau et la feuille, Lettres à la Bien-aimée, Terre, Carnet d’Orphée y L’homme qui penche), nos cuentan su vida mientras se instala en una zona rural de Agenais con su esposa y sus tres hijos para dedicarse a su arte. Para subsistir, trabaja en la construcción, un sustento que analiza a fondo en sus obras: el aislamiento, los encuentros, la alienación física y repetitiva; así como narra sus fines de semana en familia y su amor por las sensaciones y los colores que surgen de la naturaleza: árboles, sol, viento, pájaros, tierra, flores, guijarros, trozos de corteza, ramitas, la orilla del Garona, etc.

Pero en 1988 ocurre una tragedia: su hijo menor, de ocho años, es arrollado por un automóvil delante de su casa y muere en sus brazos. Empieza un largo descenso a los infiernos para el poeta, que verá a su familia abandonarlo unos años más tarde, antes de caer por completo en la depresión y el alcoholismo, que lo acompañarán hasta la última etapa de su calvario: un centro psiquiátrico en Cadillac donde intentará desintoxicarse y escribirá L’homme qui penche.

El desastre se extiende poco a poco a los sonidos de las palas y de las máquinas, a la profundidad del bosque, a los pasillos de la clínica frecuentados por los pacientes: la película profundiza en el alma del poeta, como si fuera un yacimiento, e ilustra sus palabras con multitud de representaciones simbólicas y sugestivas, a menudo en planos fijos, mientras deja pasar el tiempo. El documental, que a primera vista parece bastante austero y apuesta por la capacidad de proyección del espectador en un mundo de ideas y de percepciones subjetivas, gana en intensidad y en emoción a lo largo del destino trágico de un escritor al que Brincard y Dury rinden un homenaje cinematográficamente poético. Una película acorde al espíritu de su protagonista: “Caminar, desviarse… Lentamente seguí el sol… Lentamente… Qué importa lo que encontré. Viento y sombras. Yo pasaba”.  

L'Homme qui penche ha sido producida por Survivance y coproducida por Studio Orlando y The Shooting.

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(Traducción del francés)

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