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MÁRGENES 2019

Crítica: Andrómedas

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- El primer largometraje de Clara Sanz es un documental franco-español rebosante de vida, verdad y cariño, rodado en un pueblo de La Mancha y enfocado en su abuela de 90 años y su cuidadora

Crítica: Andrómedas

Dentro de la Sección Oficial del festival online Márgenes se puede disfrutar gratis estos días –y hasta el próximo 8 de diciembre– del documental Andrómedas [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, ópera prima de Clara Sanz, cineasta vinculada profesionalmente a otros como el de Sevilla, Tarifa o Curitiba, en Brasil. La película participó asimismo en las últimas ediciones de los certámenes de Gijón (sección Esbilla) y L’Alternativa. Con la intimidad como aleación que une todas sus escenas, el film está dedicado a todas aquellas mujeres que cuidan, se cuidan y nos cuidan, teniendo como protagonistas a su abuela Rosita, de 90 años, y a María, una mujer ecuatoriana que desde hace mucho tiempo se ocupa de ella, habiendo dejado en su país de origen a su propia familia.

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Desde el plano inicial, con unas manos que hacen costura enseñando a otras manos cómo hacerlo, Andrómedas subraya que la transmisión de conocimientos y afectos recorrerá su metraje: enseguida vemos a dos mujeres, separadas teóricamente por su origen, su pasado, su edad y cultura, perfectamente hermanas entendiéndose, respetándose y, en el fondo, queriéndose profundamente. Mientras la más joven, María, se ocupa de todas las tareas de la casa –hacer camas, tender ropa o cocinar–, la siempre alegre Rosita, confiada y feliz por la presencia atenta de la anterior, no deja de cantar, leer o ayudar en la cocina: es un alma joven y activa en un cuerpo de casi un siglo de vida que no ha perdido el sentido del humor.

Forman las mujeres de Andrómedas un dúo bastante bien avenido: se dan las buenas noches y desayunan juntas, se cuentan secretos y se escuchan, como amigas y camaradas. Todo ello dentro de las paredes de una casa de un pueblo de La Mancha –cuyo nombre nunca se menciona– mientras afuera nieva, se celebran verbenas o maúllan los gatos. Sanz va así construyendo, lenta y sutilmente, un retrato afectuoso, casi un homenaje, de dos señoras que acaban seduciendo al espectador: la más joven por su entrega, pragmatismo, amor a los animales y atenciones para todos; la más anciana, por su sabiduría de vida, sentido común y esa coquetería que aún conserva, que espanta cualquier miedo al mañana.

Cuando María anuncia que viajará a Ecuador para asistir a un bautizo, habrá que sustituirla y eso causará un pequeño revuelo en la familia de Rosita: en ese momento la propia cineasta, que siempre ha estado físicamente fuera de pantalla –aunque se oía su voz, pues su abuela se dirige en varias ocasiones directamente a ella, con bastante gracia–, ocupará el lugar de la cuidadora de su abuela, asumiendo un rol que se está perdiendo y que no se valora suficientemente. Sin descuidar el sentido del humor (el momento elevador es muy divertido), con unas pinceladas sobre el drama que sufren los emigrantes (pero sin cargar las tintas) y una elipsis temporal que muestra la transición de estaciones a través de la belleza de lo sencillo, Andrómedas logra hacernos partícipes, simpatizantes y cómplices de esta otra manera de entender los lazos afectivos, la familia y la convivencia.

Andrómedas es una producción de Les Films du Bilboquet (que también se ocupa de su distribución) y Mardi8, que ha contado con el apoyo de la Région Provence-Alpes-Côte d´Azur, CNC, Procirep - Societé des producteurs y l’ANGOA.

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