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PELÍCULAS / CRÍTICAS Portugal

Crítica: Bostofrio

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- El debut en el largometraje de Paulo Carneiro esboza un poético viaje hacia una resolución personal

Crítica: Bostofrio

Las montañas nubladas cubren toda la pantalla. Observamos un paisaje formado por los movimientos geológicos constantes del norte de Portugal, donde el territorio apenas está dividido por unas pocas carreteras estrechas que conducen a los escasos indicios de vida humana. Así comienza Bostofrio [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, el primer largometraje documental de Paulo Carneiro (estrenado en cines portugueses el pasado 7 de noviembre), con una imagen de la ciudad homónima perdida en medio de la nada.

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Bostofrio es el lugar de nacimiento de una parte de la familia del director, que ahora explora el territorio intentando (re)conectar con su gente, como parte de una búsqueda personal para descubrir quiénes fueron realmente sus antepasados. Concretamente, el cineasta está buscando a su abuelo, un hombre que jamás llegó a reconocer públicamente a su hijo (el padre del director). De esta forma, el abuelo se convierte en el protagonista (ausente) de esta búsqueda visual e íntima, que guía a Paulo Carneiro en un viaje hacia la resolución personal, ofreciendo inevitablemente una reflexión casi antropológica sobre la sociedad portuguesa en las zonas rurales.

Dividida en doce capítulos, la película presenta nueve conversaciones con distintas personas del pueblo: Casemira, Maria, Lucília y Octávio, Saul, Maria do Virgínia, Manuel Espada, Albertina, Ana y Domingos, Rosa y Salvador, Nair. Aunque en un primer momento parece que la cámara supone un lastre para la comunicación con algunos de estos sujetos (incluso cuando está grabando desde lejos), pronto queda claro que la auténtica barrera son los aspectos culturales y sus propios estigmas, profundamente arraigados, que les impiden ofrecer una respuesta directa a una pregunta tan simple como: "¿Quién era mi abuelo?".

Una pregunta aparentemente sencilla, pero que está profundamente cargada de emociones, al igual que toda la película. La cinta comienza con un inquietante apagón que parece durar eternamente, mientras el director explica, en una sola frase, que esta película sobre su abuelo es en realidad un homenaje a su padre. Del mismo modo, el paisaje (en todas sus variantes, desde la quema de árboles hasta el pastoreo de vacas), retrata el viaje interior de Carneiro.

La estructura que marca el ritmo de edición se hace evidente desde el primer capítulo, donde vemos a siete personas cantando "Dobadoura", una canción tradicional portuguesa, de forma poco sincronizada. A medida que avanza la película, podemos completar algunos de los elementos que nos faltan para componer la figura del abuelo (cuyo nombre, Domingos Espada, no se revela hasta el cuarto capítulo), en un intento por generar una imagen más completa del personaje: la imagen de un padre desaparecido, un protagonista ausente. Esta imagen se construye a través del diálogo, pero también a través del fracaso y del esfuerzo personal. Más que una imagen de Domingos, estamos ante el retrato de un paisaje cultural: las casas de piedra por las que pasó, los cencerros de las vacas que nunca deja de resonar en el desolador vacío de los caminos, los estigmas y las convenciones sociales de regiones que normalmente no vemos, pero que todavía están presentes. Finalmente, la película nos guía hasta el único lugar donde Paulo Carneiro puede ver la representación fotográfica de su abuelo: el cementerio. Vemos las sombras en las paredes de esquisto que rodean la tumba, pero no llegamos a verlo a él. Nunca lo haremos, al igual que Paulo Carneiro y su padre nunca llegaron a verlo de verdad. Aquí radica la poesía de la película, en el retrato visual y discursivo de un viaje personal en el que el director busca a alguien a quien realmente no quiere encontrar.

Bostofrio es una producción de Paulo Carneiro y Red Desert, distribuida en Portugal por Papaveronoir Filmes. De las ventas internacionales se ocupa Portugal Film.

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(Traducción del inglés)

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