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SAN SEBASTIÁN 2019 Zabaltegi-Tabakalera

Crítica: Giraffe

por 

- Anna Sofie Hartmann se fija en una comunidad alterada por la construcción de un túnel para firmar un relato estoico e incoloro sobre la transitoriedad de nuestras vidas

Crítica: Giraffe
Lisa Loven Kongsli en Giraffe

Una jirafa mira a los ojos del espectador en la primera escena de la nueva película de la joven directora nacida en Dinamarca y afincada en Alemania Anna Sofie Hartmann. El animal, de origen africano, se encuentra, en concreto, en el Knuthenborg Safaripark de la isla danesa de Lolandia. “Me pareció un título perfecto para mi película, porque ese animal está fuera de su lugar natural, se le forzó a dejar su hogar y vive en una situación permanente de desarraigo”, comenta la propia Hartmann. Giraffe [+lee también:
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es, así, una historia sobre la deslocalización, los cambios vitales y los recuerdos, construida alrededor de una comunidad de tal isla que se ve obligada a dejar sus casas atrás por la construcción de un túnel, el enlace fijo de Fehmarn, que la unirá con Alemania.

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La película, estrenada fuera de competición en el reciente Festival de Locarno y proyectada ahora en la sección Zabaltegi-Tabakalera del 67° Festival de San Sebastián, supone la vuelta al certamen vasco de la directora, que ya presentó su primer largometraje, Limbo [+lee también:
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, en New Directors. Los trabajos de Hartmann hacen gala de una profunda sensibilidad, sin recurrir a esquemas narrativos dramáticos, observando la realidad de manera estoica e incolora (a veces incluso anodina), para poner delante de la cámara las vidas de las personas sin subrayado alguno.

Giraffe es una clara muestra de este punto de vista estilístico. Dara (Lisa Loven Kongsli), una investigadora ahora afincada en Berlín, explora la zona que está a punto de ser modificada para siempre, conociendo a las personas afectadas (por ejemplo, la primera escena de contacto con ellas mostrada, repleta de emoción pura) y estudiando los valores arquitectónicos e históricos que van a desparecer con la construcción del túnel. Las personas se tienen que ir, y, a la vez, llegan otras nuevas: los constructores contratados para la obra provienen, en su mayor parte, de Polonia, otro lugar ajeno al que nos ocupa. Dara establece una relación con ellos, sobre todo con un joven albañil (Jakub Gierszał) con el que acabará formando un poderoso lazo amoroso, mientras mantendrá el contacto por mensajes de móvil con su novio en Berlín. Paralelamente, otro personaje navega continuamente entre dos lugares, una trabajadora del ferry (Maren Eggert) que ve a la gente pasar, planteándose su propia existencia transitoria.

En esa transitoriedad habita Giraffe, una película pausada, silenciosa, que explora la condición efímera de las situaciones vitales, que mutan con el paso del tiempo, y acaba generando vacíos presentes en el lugar de los recuerdos pasados. En los momentos con los personajes fuera de plano, parece que Hartmann se acerca al experimento que Chantal Akerman bordó en su cinta del 1977 News from Home, poniéndolo al día a través de insertos de vídeos grabados con móviles, dando significado a una de las formas actuales que tenemos las personas para permanecer en contacto. Quizá, en una vida en la que las ataduras a nuestros entornos pueden ser tan fácilmente eliminadas, la conexión con las personas sea lo único que nos mantenga fijados a nuestra propia existencia.

La película ha sido producida por la alemana Komplizen Film y la danesa Profile Pictures, y de momento no dispone de agente de ventas internacionales.

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