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VENECIA 2019 Competición

Crítica: Gloria Mundi

por 

- VENECIA 2019: Robert Guédiguian lleva un humor que todos necesitábamos a la competición principal, pero no voluntariamente

Crítica: Gloria Mundi
Anaïs Demoustier en Gloria Mundi

Es difícil decir qué fue mal en el último trabajo de Robert Guédiguian, la cinta ambientada en Marsella Gloria Mundi [+lee también:
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, presentada en la competición principal del Festival de Venecia (no ha de confundirse con la propuesta de 1976 de Nikos Papatakis, que, entre otras cosas, parecía sugerir que era bueno electrocutarse para ser mejor actor). Especialmente considerando que hace solo dos años, estaba en el Lido presentando la encantadora La casa junto al mar [+lee también:
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—en la que fue su cuarta visita a la muestra—, y que una vez más, ha contado con la colaboración de los que mejor conoce, incluyendo los habituales Ariane Ascaride, Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan, e incluso Anaïs Demoustier, que tras la anterior película, ya ha sido aceptada en la familia.

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Y ello vale tanto para el tiempo en pantalla como fuera de ella, pues una vez más, estamos ante una obra muy íntima. Pero en esta ocasión, se ha pretendido crear una perspectiva mucho más oscura, pues todos los personajes necesitan dinero, hablan de dinero, sueñan con dinero y, en general, reúnen hasta el último céntimo, y cada vez hay menos. Y aunque Guédiguian comienza con el nacimiento triunfal a ritmo de ópera de la pequeña Gloria, las cosas van cuesta abajo a partir de ahí, pues su abuela necesita afrontar a sus compañeros de trabajo, que demandan un salario justo y solidaridad durante una huelga, su madre espera ser despedida en prácticamente cualquier minuto, y su (supuesto) padre pierde súbitamente sus ingresos de conductor de Uber, a consecuencia de una paliza perpetrada una noche por varios taxistas de la zona. Luego aparece el abuelo expresidiario, que se esconde en un hotel barato y se entretiene escribiendo haikus.

Gracias a frases como "Mi corazón es violeta como el iris", inyectadas en la historia de vez en cuando, lo que claramente pretendía ser una visión conmovedora de una lucha fatigosa y absorbente por una vida digna —en la que la constante falta de fondos es tan corruptora como su exceso— acaba descarrilando. Cada emotivo diálogo —y hay unos cuantos, sobre todo cuando Ascaride está presente— está lastrado por sentimentalismo, simple estupidez (la coca se esnifa con entusiasmo ya desde la sala de partos) y frases malísimas. Todo ello culmina en un desesperado "Mi jefe no me deja mear" por parte de Demoustier, seguido de un "Bésame" y el obligatorio polvo rápido. ¿Por qué? Nunca lo sabremos.

Parafraseando a Marx ya en la nota del director, Guédiguian intenta inventarse una especie de advertencia neocapitalista, pero parece haber olvidado de pronto cómo habla la gente en la vida real. Y desde luego, es poco probable que alguien quiera ver los vídeos eróticos amateur de su hermana cuando está en la cama. O eso esperamos. Pero el mayor problema es que el retrato de los apuros económicos se convierte de algún modo en uno del privilegio blanco; una de las protagonistas se queja de lo que percibe como pobreza porque su marido y ella "ni siquiera tienen una scooter". Quién sabe, quizás era precisamente esto lo que Guédiguian quería parodiar. Antes de dejarse distraer por los haikus.

Gloria Mundi es una producción de Marc Bordure, Robert Guédiguian y Angelo Barbagallo para las compañías francesas Ex Nihilo y Agat Films & Cie. Ha sido coproducida por France 3 Cinéma y la italiana Bibi Film, con la participación de Canal+, France Télévisions y Ciné+. La distribución francesa está a cargo de Diaphana Distribution, y mk2 films se ocupa de las ventas internacionales.

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(Traducción del inglés)

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