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KARLOVY VARY 2019 Competición

Crítica: La virgen de agosto

por 

- Jonás Trueba, a base de detalles y conversaciones en apariencia ligeras, introduce al espectador en el estado anímico, vital y mental de quienes se quedan varados en el verano madrileño

Crítica: La virgen de agosto
Itsaso Arana en La virgen de agosto

Hace unos años, la capital española amanecía desierta durante el verano: el poder adquisitivo de sus vecinos les permitía huir del extremoso calor y pasarse un mes en la playa, la montaña o el extranjero. Ahora no. Eso ha cambiado y cada estío más gente veranea en su propia casa, pues la economía doméstica no permite aquellos pequeños lujos del pasado: como mucho, da para una escapada al pueblo familiar. Y Madrid, para gozo de los varados en sus calurosas calles y terrazas, regala a éstos, durante la primera quincena de agosto, una sucesión de festejos populares de inequívoco sabor castizo: las fiestas de San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma, que se celebran en los muy queridos barrios de Lavapiés, Cascorro y La Latina. En esos mismos días y lugares, durante dichas verbenas, Jonás Trueba rodó, hace un año, su largometraje número cinco, titulado La virgen de agosto [+lee también:
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entrevista: Jonás Trueba
ficha de la película
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, que se ha estrenado mundialmente en la competición del 54° Festival de Karlovy Vary.

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Que Jonás ama a Madrid queda tan patente con esta película como su propio padre, Fernando, lo demostró en Ópera prima, aquella comedia de 1980 protagonizada por Óscar Ladoire y Antonio Resines, con su Teatro Real decorando el fondo del cartel. Los lugares vecinales que frecuenta a diario el joven cineasta madrileño son los escenarios de casi todos sus films: algo que siempre ha hecho, por ejemplo, Agnès Varda. Como la siempre querida y añorada maestra francesa, Jonás retrata lo pequeño, el detalle, lo casi inaprensible para hablar de lo grande: los sentimientos más complejos y las dudas más existenciales, siempre con un tono ligero, escapista, intranscendente, pero que, como un goteo incesante, va calando en el ánimo del espectador.

Para la alegre y festiva La virgen de agosto ha contado con un guion coescrito por él mismo junto a su actriz protagonista, Itsaso Arana (quien ya intervino en su anterior La reconquista [+lee también:
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), y siguiendo a su personaje central, una mujer a la deriva sentimental, lleva de la mano al espectador por un Madrid sofocante que permite –gracias al relax estival y la dilatación temporal que imponen las altas temperaturas meseteñas, la mirada curiosa se despereza– visitar, cual turista, lugares próximos que durante el resto del año quedan relegados al olvido.

Citas con amigos y nacimiento de nuevas relaciones, reencuentros inesperados, huidas inseguras, un baño en el río de la sierra cercana, conciertos nocturnos en la Plaza de la Paja, la procesión del Santo, alguna conversación cinéfila y abundante terraceo, todo ello alejado de la postal turística y buscando siempre la cotidianeidad y el reflejo de un anmiótico estado emocional gracias a una luz diurna blanquecina de Santiago Racaj (director de fotografía habitual en la filmografía de Jonás Trueba), van construyendo una película inmersiva, con un tramo final donde se venera con devoción a la feminidad: todo un acto de fe que la convierte en una de las apuestas cinematográficas más osadas, encantadoras y estimulantes de la temporada.

La virgen de agosto es una producción de Los ilusos films y La virgen de agosto AIE, que ha contado con el apoyo del ICAA y la colaboración de Telemadrid y Comunidad de Madrid. De su distribución en España se encarga BTEAM Pictures.

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