18/11/2018 - La realizadora francesa Anne Alix nos ofrece un íntimo retrato sobre dos mujeres aparentemente opuestas cuyos recorridos vitales se cruzan para transformarlas

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tráiler
ficha de la película], el segundo largometraje de la francesa Anne Alix, que tuvo su estreno mundial en la selección de ACID de Cannes de este año. Se trata de una peculiar road movie protagonizada por dos mujeres que, a pesar de presentar personalidades completamente opuestas, atraviesan juntas experiencias que acabarán por hermanarlas. La primera es Dolores (la siempre exquisita Lola Dueñas), una escritora española que recorre la Provenza francesa inmersa en la labor de dar forma a una guía turística gay-friendly. La segunda es Irma (Bojena Horackova), una mujer sumergida en una profunda crisis vital tras la muerte de su esposo y la pérdida de su trabajo. El encuentro entre ambas se produce cuando esta última intenta quitarse la vida sin lograrlo, es entonces cuando empieza a crearse un vínculo entre las dos mujeres que acabará por transformarlas.

En un principio vemos en Dolores a una mujer segura y fuerte, disfrutamos viendo cómo se entrega al sol que baña su piel, cómo se regodea saboreando deliciosos helados o cómo compra sin preocupación ropa cara en los centros comerciales que recomendará en la guía para viajeros en la que trabaja. Irma, sin embargo, se nos presenta como una mujer absolutamente perdida, sus ojos reflejan el vacío más absoluto y su gestualidad corporal nos revela a una mujer frágil apenas incapaz de poner un pie delante del otro para caminar. Juntas recorren una Francia alejada de los tópicos de baguette y croissant: ciudades de provincias sin grandes atractivos a primera vista, pero que acaban conquistando al espectador gracias a la capacidad de la cámara de Alix para retratar la belleza de los lugares más ordinarios.

Dolores e Irma avanzan en su viaje encontrándose con habitantes de los diferentes lugares que visitan: un jornalero que procedente de Ecuador, un grupo de amigos jubilados extrañados ante la posibilidad de que haya hombres gays interesados en visitar la zona, un hombre descendiente de españoles que sueña con que su hijo triunfe como torero, obreros que posan descamisados para las fotos que ilustrarán la guía turística... Se trata de personajes reales que se interpretan a sí mismos, lo que coloca a la película en algún punto en medio de la ficción y el documental. Esto le añade el valor de servir como retrato certero de un lugar del mundo que se transforma continuamente. Las construcciones marineras tradicionales conviven con las mastodónticas fábricas, que reflejan sus luces sobre las olas del mar. Los paisajes naturales más hermosos se ven invadidos por inmensos generadores de energía eólica e imponentes torres eléctricas de acero. Estos contrastes consiguen crear una atmósfera tan fascinante como desasosegante, convirtiendo lo que vemos en una especie de retrato físico y espiritual del lugar.

Los encuentros con desconocidos, las conversaciones íntimas entre ellas y la experiencia del viaje en sí mismo hacen que Dolores e Irma se transformen poco a poco. La primera se nos descubre como una mujer menos estable y segura de lo que podíamos pensar en un principio, la segunda demuestra una entereza y una capacidad de resistencia difíciles de sospechar cuando la vimos por primera vez. Ambas se nos descubren, en definitiva, como mujeres complejas y valientes con las que no nos importaría subirnos a un coche para descubrir con ellas algún lugar desconocido.

Il se passe quelque chose es una producción de Shellac Sud, que se encarga de su distribución en Francia y a nivel internacional.