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CANNES 2018 Semana de la Crítica

Crítica: Diamantino

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- CANNES 2018: Después de varios cortometrajes, Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt reúnen su gran imaginación en un homenaje delirante a la ingenuidad en un mundo de locos

Crítica: Diamantino
Carloto Cotta en Diamantino

Las palabras fantasiosa y delirante nos vienen a la cabeza cuando intentamos describir Diamantino [+lee también:
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, participante en la 57ª Semana de la Crítica durante el 71º Festival de Cannes, también a los que ya conocen el montón de cortometrajes híbridos (especialmente Pan pleure pas) creados por la imaginación desbordante del director americano-portugués Gabriel Abrantes, que se encuentra para este largometraje con su ya coproductor en dos cortos y el medio metraje Palácios de Pena, el americano Daniel Schmidt, él mismo familiarizado con el género de ciencia ficción.

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El hecho de que Diamantino tenga la suerte de no tomarse en serio en la mezcla desenfrenada de géneros que propone es evidente desde el principio, donde la voz del héroe Diamantino (Carloto Cotta), una superestrella de fútbol a lo Cristiano Ronaldo, nos guía (mientras que un dron sobrevuela Portugal por la noche) hasta una "catedral moderna": un enorme estadio de fútbol iluminado y lleno hasta arriba. En el momento en que nos lanzamos desde arriba a ese lugar de devoción completamente ibérico, mientras que Diamantino muestra que no es precisamente un virtuoso del balón y que solo es un jugador entre los pequeños perros peludos, le vemos en una nube rosa con purpurina, rodeado de caniches gigantes que saltan. El conjunto evoca la típica imagen pastel super kitsch, que nos recuerda a las tartas de nuestras abuelas, con la que hacemos fundas de cojines.

Descubrimos sobre la marcha que la mirada dominante es la de las dos inspectoras de Hacienda lesbianas que vigilan a Diamantino de día y de noche desde su pedestal supermoderno. En realidad, la gestión fraudulenta de su inmensa fortuna es obra de sus hermanas, dos gemelas infectas y vulgares calcadas de las hermanastras de Cenicienta que explotan sin piedad a su hermano, hasta el punto de vender a un laboratorio la posibilidad de hacer experimentos con él (a riesgo de hacerle aumentarse los pechos y después, con el tiempo, de causar su muerte) y a firmar contratos publicitarios con un partido xenófobo que quiere utilizar la imagen de Diamantino para exaltar al macho  portugués. Al mismo tiempo, este, convertido en el hazmerreír de los medios por hacer pucheros después de fallar un penalti, descubre desde su yate que, por el Mediterráneo, también navegan "fugiados" y decide adoptar un pequeño africano con el que compartir sus juegos de niño rico mayor. La inspectora de Hacienda originaria de Cabo Verde aprovecha la ocasión para infiltrarse en su lujosa villa, (muy mal) vestida de niño pequeño y Diamantino, que es la inocencia en persona y no imagina que la gente quiera hacerle daño, y mucho menos llevarlo a cabo, no se da cuenta de nada.

Esta intriga disparatada remitiría a una sátira muy suave si no fuera por esa maravillosa ingenuidad del héroe. De su amor espontáneo por el mundo que le rodea y que lo manipula, se extrae una pureza tan real (de alma y de cuerpo: es virgen) que es este mundo, que por desgracia se parece tanto al nuestro (porque, si lo pensamos bien, lo tiene todo: explotación, medios de comunicación, manipulación, avaricia, dogmas, supervivencia, refugiados, asignación rígida de identidades, tanto sexuales como otras...) el que parece de repente complemente loco, como si la civilización frenética hubiera llegado hasta la fase absurda de la autoaniquilación. Así, detrás de sus aires divertidos, la películaes una invitación muy seria a dar un paso atrás, a un estado más primitivo, virgen de los mecanismos que han ensuciado nuestra humanidad original.

Las ventas internacionales de Diamantino, producida por Maria & Mayer (Portugal), Les Films du Bélier (Francia) y Syndrome Films (Brasil), corren a cargo de Charades.

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(Traducción por Begoña Carrasco González)

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