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LOCARNO 2017 Piazza Grande

Chien: cuando la humanidad se torna en violenta sumisión

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- LOCARNO 2017: La cinta de Samuel Benchetrit no deja al público indiferente con su especie de sufrido adiós a una sociedad occidental que no parece ofrecer vías de escape

Chien: cuando la humanidad se torna en violenta sumisión
Vincent Macaigne en Chien

Después de adaptar al cine su autobiografía La comunidad de los corazones rotos [+lee también:
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(2015), el director, guionista, actor, escritor y dramaturgo Samuel Benchetrit ha vuelto a agarrarse a un libro propio en su nueva película. Lo nuevo de este artista multidisciplinar es, en efecto Chien [+lee también:
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, obra estrenada a escala mundial en la Piazza Grande del festival de cine de Locarno. Chien es una película desesperada, radical, decididamente pesimista, que debe pensarse como un viaje sin esperanza hacia una humanidad corrupta.

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Buscar consuelo o un atisbo de esperanza en lo último de Benchetrit sería como esperar encontrar calor en Laponia. Como público, mejor es resignarse desde el principio, y es justo esta resignación, a imagen y semejanza de la del protagonista, lo que transforma la experiencia cinematográfica en un “tour de force” del que es difícil salir indemnes. No hay final feliz, no hay calor humano (se podría hablar si acaso de calor “animal”, dado que el único apoyo del protagonista es un perro de peleas encerrado en una jaula), todo es violencia.

Jacques Blanchot (conmovedor e intenso Vincent Macaigne) lo ha perdido todo: la mujer (impactante la escena inicial, en que una temblorosa Vanessa Paradis anuncia al marido que es alérgica a su presencia), la casa y el trabajo. El mundo que lo circunda parece no interesarle ya. Blanchot ha escogido: quiere huir de una sociedad a la que no siente que pertenezca para convertirse en un perro y que la sumisión sea su pan de cada día. ¿Por qué esta decisión extrema? Nada sabemos de su pasado ni de sus gustos, pasiones o tormentos internos. Blanchot parece vivir “en gravedad cero”, como un san Francisco con tendencias sadomasoquistas que no puede o no quiere (es difícil decir) reaccionar a la violencia que lo rodea. Como dice con lúcida crueldad el jefe de la “perrera” donde el protagonista encuentra su ilusorio refugio (interpretado por un magistral y espeluznante Bouli Lanners): “hay perros que tenemos enjaulados y otros que nacieron para sufrir y acabar muriendo”. He ahí una frase que resume a la perfección el universo de Chien, un lugar sin esperanza donde las opciones son dos: someterse o sufrir y dejar el lugar propio a otro. Blanchot acoge ambas, como si la vida ya no tuviera nada que ofrecerle (tampoco parece que su hijo se compadezca por él).

Son pocos los directores que han tenido el coraje de aventurarse con tanta profundidad en los abismos de la humanidad (aunque tal vez sería mejor hablar de inhumanidad). La atmósfera densa y desesperada, turbada solo por breves momentos de comedia surrealista, recuerda al cine de Athina Tsangari, Ulrich Seidl o Jaime Rosales, paladines de un cine de la crueldad que nos enfrenta con los pecados y lo absurdo de nuestra sociedad occidental. ¿Cuáles son las motivaciones reales que llevan al protagonista a sojuzgarse al mundo en una especie de réquiem violento sin fin? Benchetrit nos impide penetrar en la mente del protagonista, que no parece ser más que un muñeco de trapo sin deseos. El único indicio sobre su pasado es un misterioso dibujo creado cuando todavía estudiaba en la Academia de Bellas Artes. ¿Qué significa este dibujo? ¿Por qué nos perturba tanto? Tal vez lo que nos perturba sea el pensamiento de que Blanchot fue en algún momento “humano”, como si el director quisiera decirnos que todos estamos en peligro de “deshumanización”. Chien es una película que invita a reflexionar sobre nuestra sociedad y su visión es de todo menos de color de rosa.

Chien es una producción de A Single Man Productions en coproducción con Umedia y Maje Productions. Posee sus derechos internacionales Films Boutique.

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(Traducción del italiano)

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