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LOCARNO 2017 Piazza Grande

Amori che non sanno stare al mondo: un río de palabras que toman cuerpo con ironía

por 

- LOCARNO 2017: El larguísimo título de la película se adapta bien al torrente, verbal y epidérmico, que domina el último trabajo de Francesca Comencini

Amori che non sanno stare al mondo: un río de palabras que toman cuerpo con ironía
Lucia Mascino y Flavio Thomas Trabacchi en Amori che non sanno stare al mondo

Amori che non sanno stare al mondo [+lee también:
tráiler
entrevista: Francesca Comencini
ficha de la película
]
, dirigida por Francesca Comencini y estrenada a escala mundial en la Piazza Grande del festival de cine de Locarno, hace la peligrosa apuesta de hablarnos del dolor de un amor en su ocaso.

Claudia (extraordinariamente interpretada por una Lucia Mascino que magnetiza la atención desde los primeros segundos) y Flavio (Thomas Trabacchi) se llevan amando siete años. Su pasión es demoledora e intelectualmente estimulante. Entre sus tiras y aflojas, sus noches en blanco impregnadas de discursos tan paradójicos como universales y los psicofármacos camuflados en un frasco de vitaminas, su historia termina de golpe. Él siente la necesidad de aterrizar después de un larguísimo y vertiginoso vuelo; ella no consigue volver a tierra, prisionera en un espacio intermedio en el que resuenan sus monólogos compulsivos.

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Desde este punto de vista “femenino”, complejo e inasible, Comencini reflexiona sobre el enamoramiento, el fantasma de una pasión que, perdido todo asidero al mundo real, se desgañita día tras día y se convierte en una pura confusión. En este sentido, Comencini emprende una pequeña pero significativa revolución: alejarse de una visión “masculinocéntrica” para dar voz a las mujeres. El punto de vista elegido acaba dando buena cuenta de por qué es más universal de lo que cabría pensar. Unidos por las mismas inseguridades y neurosis, hombres y mujeres libran una misma batalla por encontrar una pista de aterrizaje emotiva, un momento de tregua que haga callar, aunque solo sea por un momento, las propias dudas. El río de palabras en que se enmarca toda la película, nacido justamente de la noveja Amori che non sanno stare al mondo, de la propia Comencini, desborda hasta transformante en un torrente, en un poema de lo absurdo que no hace sino arrancarnos algunas carcajadas tan sanas como liberatorias. El desafío que asume rápidamente Amori che non sanno stare al mondo es el de unir palabras e imágenes sin que ninguna prime sobre la otra; al contrario, haciendo que ambas participen en la construcción de una comedia surrealista y exaltada, a la manera de nuestros sentimientos, sorprendidos por una inopinada pérdida.

A quien pudiere reprobar a la directora un punto de vista demasiado elitista (los personajes, todos o casi todos profesores universitarios, son muy cultos y eruditos), la cineasta responde con escenas hilarantes que desnudan a su protagonista como queriéndonos decir que, más allá de nuestra educación, todos acabamos igual frente a un amor que acaba: perdidos, ridículos y vulnerables. 

Las influencias de Almodóvar (en la descripción de sus personajes femeninos) y Woody Allen (en la soltura de sus bromas) se dejan entrever en Amori che non sanno stare al mondo, una cinta que hace saltar por los aires los roles preestablecidos y termina por devolver a las mujeres su verdadera identidad: no la de un territorio por conquistar sino la de un espacio por explorar. 

Amori che non sanno stare al mondo es una producción de Fandango (que también se encarga de sus ventas internacionales) con RAI Cinema.

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(Traducción del italiano)

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