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KARLOVY VARY 2017 Competición

The Cakemaker: la necesidad del amor vence toda identidad

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- KARLOVY VARY 2017: El primer largometraje del israelí Ofir Raul Grazier es una historia sensual y rebelde en el que las identidades sexual y de otro tipo nada pueden contra el amor

The Cakemaker: la necesidad del amor vence toda identidad
Tim Kahlkof y Roy Miller en The Cakemaker

El primer largometraje del israelí Ofir Raul Graizer, titulado The Cakemaker [+lee también:
tráiler
entrevista: Ofir Raul Graizer
ficha de la película
]
y estrenado a escala mundial en la competición oficial del 57º festival de cine de Karlovy Vary, cuenta una historia cuidadosamente estructurada que encierra con sutileza un mensaje subversivo. Su juego entre identidades (nacionales, religiosas y sexuales) constituye una mirada honestamente rebelde (y sagazmente tejida) de la esencia del término “identidad” y de lo que viene a significar para nosotros.

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La cinta arranca en Berlín. Oren (Roy Miller), un ingeniero constructor israelí que trabaja periódicamente en un gran proyecto en Alemania, se encapricha del pastelero Thomas (el deliciosamente controlado Tim Kahlkof), que trabaja en el negocio de su padre, al que va a comer su tarta favorita, la Schwarzwald, y comprar pastas de limón para su mujer. El romance ni siquiera parece haber empezado propiamente cuando Thomas descubre que Oren ha muerto en un accidente de coche en Jerusalem.

La historia se traslada, así, a la ciudad sagrada, con Thomas, que viaja allí sin saber exactamente qué es lo que está buscando. Sí halla, con todo, el café del que es propietaria la mujer de Oren, Anat (la emocionante y descarada Sarah Adler), quien no tarda en ofrecerle un empleo de lo más básico, consistente en limpiar y fregar cacharros. Thomas no revela su talento hasta el cumpleaños del hijo de Anat, cuando decide preparar una sorpresa bajo la forma de una confección de pastas. Esto no acaba de sentar bien al religioso Motti (Zohar Strauss), el hermano de Oren. A eso hay que sumar un hecho simple: Thomas es alemán, la comida que prepara un goy no es de conformidad con la ley judaica y un café en Jerusalem pierde clientes sin el certificado kosher.

Anat, sin embargo, no es religiosa y elogia a Thomas como el trabajador dedicado que es y por el gusto que el creciente número de clientes le ha cogido a su pastelería (hecha por él aunque cocinada por ella). Motti, convencido, acaba invitándolo a pasar el Shabat con la familia. Thomas no tardará en enseñar su savoir faire a Anat y, al cabo apenas de una sesión, la conexión indefectiblemente sexual que se deriva de preparar comida juntos se transforma en pasión. Las complicaciones que vienen con ello son, indudablemente, múltiples, y la decisión de Graizer de dejar una relación crucial frente a un largo flashback al final de la película acaba dando un empujón emocional a la historia impagable.

El director se centra en su historia y en su temática sutilmente subversiva mediante una estructura muy bien pensada. La primera mitad, al de Berlín, es limpia y disciplinada, mientras que la segunda, en Jerusalem, es más descuidada, salvaje y, por supuesto, sensual. Tras ellas, Graizer acaba profundizando aún más en la sugerencia de las tendencias de Thomas, cuando el protagonista encuentra el bañador y la toalla de su antiguo amante.

En lo temático, no cabe duda de que la cinta aborda delicados asuntos como la religiosidad, el judaísmo, la homosexualidad y la posición de un alemán en Israel. Sin embargo, lo realmente subversivo de todo esto es la negativa a conformarse con las normas de la sexualidad: nadie parece ser aquí ni homo ni heterosexual; los protagonistas parecen buscar más bien ante todo amor y cariño, ternura y cercanía, independientemente de los roles sexuales. El rechazo a reducir la identidad de alguien a divisiones tradicionales parece formar parte del corazón latente de The Cakemaker.

The Cakemaker es una coproducción de la israelí Laila Films y la alemana Film Base Berlin. Films Boutique gestiona sus derechos internacionales.

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(Traducción del inglés)

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