16/02/2017 - El belga Harry Cleven ofrece en su nueva película una poderosa experiencia sensorial al apostar atrevidamente por hacernos ver lo invisible

Mon Ange [+lee también:
tráiler
entrevista: Harry Cleven
ficha de la película], presentada esta semana en el festival internacional de cine de amor de Mons, constituye ante todo una experiencia sensorial. Harry Cleven, en efecto, nos da a ver lo invisible gracias a los artificios mágicos del cine. La propuesta es tan sencilla como intrigante: un chiquillo invisible, Mon Ange, se enamora de una chica ciega llamada Madeleine [ndt: respectivamente, Mi Ángel y Magdalena en lengua francesa]. Su amor, perfecto, bebe de su pureza y su inocencia, por lo menos hasta el día en que Madeleine se ausenta mucho tiempo para someterse a una operación. A su regreso, ha recuperado la vista. ¿Podrá amar a Mon Ange con los ojos tanto como con su corazón?

Harry Cleven espera del espectador un abandono total al poder de la ficción, una inmersión incondicional en esta historia de amor onírica, repleta de sensaciones. La forma desprende un encanto desfasado, una especie de homenaje a un cine que hoy ya es pasado, el de los efectos especiales “a la mano” de Méliès, donde la magia era fruto de los artificios en la gran pantalla, lo irreal se convertía en real y el surrealismo era realista. Mon Ange, un pequeño invisible, fue criado a escondidas por su madre, internada ella como estaba en un psiquiátrico. No vemos de Mon Ange más que los objetos que desplaza o que impresiona: una cuchara que se eleva en el aire, un poco de piel que se ve oprimida por una caricia… El padre de Mon Ange era mago y no es sino a un espectáculo de magia lo que vemos aquí. Mon Ange no puede ejercer esta magia más que para las dos mujeres que comparten su secreto: su madre y Madeleine. 

Esta relación fuera de lo normal sirve de pretexto para todo un torbellino para los sentidos: escuchamos los silencios, oímos las miradas, vemos con las manos. Este despertar sensorial no deja de recordar al de dos adolescentes que descubren el amor. Para acercarnos más a las sensaciones, la mayoría de la película está rodada en cámara subjetiva. La cámara, en efecto, representa los ojos de Mon Ange y no vemos de él más que la impresión que deja en el mundo y en Madeleine. Esta historia de amor fantástica y fantasmagórica tiene lugar en un auténtico caparazón sonoro y visual, fruto del trabajo de la directora de fotografía Juliette Van Dormael, que compone una atmósfera tan luminosa como sosegada. Su trabajo (se trata de su primer largo) ya le ha valido el reconocimiento de sus colegas, puesto que recibió el premio a la mejor fotografía debutante en el prestigioso festival Camerimage, así como una nominación a los American Society of Cinematographers Spotlight Awards.

Harry Cleven no se dejaba ver en el cine prácticamente desde Trouble [+lee también:
crítica
entrevista: Harry Cleven - director de…
entrevista: Harry Cleven
ficha de la película], de 2005. Dirigió varios telefilms y pensó y concibió Mon Ange a raíz de una idea que tuvo y por invitación de su amigo y productor Jaco Van Dormael, que lo incitó a hacer una película "rápidamente", con bajo presupuesto, por el mero placer de hacerla. Lo que iba a ser un proyecto marginal, coescrito con Thomas Gunzig (coguionista, a su vez, de El nuevo Nuevo Testamento [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Jaco van Dormael
ficha de la película], de Van Dormael justamente), se transformó con la suma de socios financieros en una película de mayor envergadura, si bien Harry Cleven quiso en todo momento conservar el aspecto "manual" del proyecto inicial, así como su sencillez.

Mon Ange es una producción de Olivier Rausin para Climax Films y Terra Incognita Films, la empresa de Jaco Van Dormael, y para Après le déluge, empresa cuya propiedad comparten Olivier Rausin y Jaco Van Dormael. Coproduce la flamenca Savage Film y brindaron sendas ayudas el CCA, el VAF, Wallimage y screen.brussels. Su estreno en Bélgica tendrá lugar el próximo 5 de mayo, de la mano de Lumière.

(Traducción del francés)