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BERLINALE 2016 Fuera de competición

¡Ave César!: los Coen se divierten en Hollywood

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- BERLÍN 2016: La 66ª Berlinale arrancó con una película en que reúne toda la gracia resplandeciente de los Coen (y de Clooney, Fiennes, Swinton, Tatum...) y el aroma propio de una fiesta del cine

¡Ave César!: los Coen se divierten en Hollywood
George Clooney en ¡Ave, César!

El Festival de Berlín, que año tras año desafía las anteriores muestras de su inteligencia en su programación, ofrece a menudo selecciones de películas de apertura y clausura que no dejan lugar a la indiferencia. Esta 66ª edición, por ahora, no parece ser una excepción a la regla a tenor del tono de su pistoletazo de salida con ¡Ave César! [+lee también:
tráiler
making of
ficha de la película
]
, una de las expresiones más exuberantes del humor que conocemos a los hermanos Coen que, además, nos habla con fogosidad del cine.

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La cinta, coproducida por Reino Unido (Working Title Films), nos pasea, en efecto, por una jornada en la vida de Eddie Mannix (Josh Brolin), un "desfacedor" de entuertos de todo tipo para una gran empresa de Hollywood, Capitol Pictures, en plena efervescencia entre las bambalinas de "la fábrica de sueños" que fue aquello durante los años 50: una visita que gana en jovialidad con cada escena que pasa. Además de regalarnos una vista impagable de un George Clooney romano que carga con sus faldones de centurión con el mismo aplomo independientemente del decorado, Ethan y Joel Coen se divierten multiplicando Tilda Swinton, poniendo a Scarlett Johannson un traje de sirena de caucho y un acento de arrabal neoyorquino de lo más cerrado y a lanzarnos a través de Channing Tatum sonrisas arrebatadas mientras éste entrena a una peripuesta banda de graciosos marinos en un asombroso número de claqué. Los hermanos directores tampoco se cortan a la hora de inventar para todos sus personajes desternillantes nombres paródicos (Hobie Doyle o Burt Gurney para los actores, Laurence Laurentz para el director que encarna hábilmente Ralph Fiennes…), jugar como siempre con todos los acentos coloridos que ofrece la América blanca, llenar los estudios de comunistas o reunir a un panel de teólogos (ellos también vestidos para la ocasión) para un debate inenarrable.

El gran resorte humorístico de la película es, sin duda, la manera en que la narración hollywoodiense (y sus clichés) se inserta en la vida cotidiana de este estudio y al contrario: la manera con que la realidad (el mundo moderno) se mantiene presente en el encuadre o en los bordes; por ejemplo, cuando observamos los pies de un Cristo en la cruz reducido al estado de figurante al cual el responsable de los desayunos le pregunta si ya tomó su bocadillo. Bajo estos aires incongruentes de "circo" (como dice Mannix), hay una verdadera "fábrica" que visitamos, un verdadero hormiguero en el que cada uno se las ve y se las desea para cumplir su cometido: desde el que arregla problemas, que nunca tiene tiempo libre, hasta el director, que saca lo mejor del actor más irrecuperable, pasando por los propios actores, que pueden manejar tan bien el revólver como un buen cowboy o sumergirse varios metros en el agua a pesar de su sobrepeso para salir al aire cantando. Desde las oficinas hasta la sala de montaje, donde oímos el ruido ya pasado de la bobina de celuloide, los hermanos Coen rinden aquí un verdadero homenaje a la profesionalidad de toda esta industria y de su integridad. Si barren, mediante las escenas de confesionario que abren y cierran el film, toda desaprobación de orden moral, es porque es con mucha autenticidad y mucho trabajo como esta industria cinematográfica nos subyuga con sus fabulosas ficciones. Cada empleado, cada engranaje de la máquina de Hollywood que vemos aquí da lo mejor de sí mismo, al igual que los formidables actores con que los Coen se han rodeado para hacer esta película. Y es algo bien bonito, tratándose como se trata de jugar con la luz.

Aunque el sesgo y el tono escogido por los Coen en ¡Ave César! no tienen la dimensión novelesca de Good Morning, Babilonia, al final, quedamos igualmente maravillados, ya que la magia del cine no desaparece cuando uno pasa al otro lado de la pantalla. Brilla cada vez que oímos las palabras “¡silencio… acción!”. ¡Feliz festival de Berlín a todos en Cineuropa!

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(Traducción del francés)

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