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BRUSSELS FILM FESTIVAL 2014

The Reunion: volver al infierno de la adolescencia

por 

- La artista plástica sueca Anna Odell presenta en su primera película la manera en que las dinámicas de grupo instaladas en la adolescencia se perpetúan en el tiempo

The Reunion: volver al infierno de la adolescencia

Anna Odell no fue invitada al encuentro que reunió 20 años más tarde a los antiguos alumnos de una clase de colegio en Suecia. A pesar de ello, opta por acudir a la fiesta y celebrar a su modo este aniversario, arreglando cuentas con y contra todos. Decidida a no cortarse un pelo, se encuentra rápidamente frente al muro infranqueable del grupo, enfrentada a la oveja negra: quien trata de subvertir la jerarquía tácita frente a quien la preside. Las primeras escenas evocan con fuerza la bomba de relojería que es Celebración, pero Anna es una granada sin hebilla que no tarda en explotar. Fin del primer acto.

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Anna Odell es, antes que una cineasta, una artista sueca muy conocida en su país por haber «reinterpretado» su intento de suicidio con motivo de su proyecto de fin de carrera en 2009. En el segundo acto de The Reunion [+lee también:
crítica
tráiler
ficha de la película
]
(a la sazón, su ópera prima cinematográfica), pone en escena las reacciones de sus camaradas frente a la película en la película de la reunión de antiguos alumnos a la que se hizo invitar a la fuerza. Odell hace ficción, así, de la recepción de su primera ficción, creando una espiral abismal que queda reforzada por el último plano de la película, que deja entrever que el mundo no es más que un inmenso teatro de marionetas en el que el artista parece manipular no sin crueldad pequeños títeres que, a su vez, no dejan de ser crueles y vanidosos.

20 años después de haber terminado con estos niños que la moraban como el monstruo que, a su pesar, era realmente, Anna Odell vuelve a evocar sus recuerdos y hace resurgir a los adolescentes crueles disimulados bajo los cuerpos de unos adultos, lo que salta a la vista con las dos «amigas» de la infancia de Odell que ríen ahogadamente como en los viejos tiempos, tiradas en el sofá, esperando, sin saberlo, a ser crucificados en el altar de la verdad de la narradora. Sí, narradora, pues, naturalmente, lo que aquí nos ofrece Anna Odell no es la reacción a su interpretación ficticia de los hechos y los gestos de su clase hace 20 años, sino su lectura de aquellas reacciones. Tal vez ahí reside el límite del ejercicio: en el hecho de haber transformado en ficción la aproximación documental que acompañaba a la propia ficción. Al final, en ningún momento se olvida que todo está siendo visto a través de su filtro y su discurso a los compañeros parece repetirse, mientras que la segunda parte anuncia en cierto modo un contrapunto. No se trata de un alegato de la defensa a la que asistimos (la respuesta de los verdugos a la víctima), sino a una segunda acusación.

A fin de cuentas, uno acaba preguntándose si el verdadero tema del este experimento casi entomológico llevado a cabo por Anna Odell no se está ejerciendo realmente con el espectador. Después de todo, hay un 90% de probabilidades de que él mismo estuviera en el lado de los acusadores. Y cuando un personaje de la película se rebela educadamente contra el actor que lo interpreta, reivindicando su derecho a la intimidad, los hilos de la marionetista aparecen demasiado claramente para que el espectador no se sienta forzado, digamos, a evadirse de la narración para analizarla y, a su vez, quizá, rebelarse contra la manipulación. A medida que avanza el relato, el sufrimiento de la víctima justifica cada vez menos lo que se ha terminado convirtiendo en toda una persecución. Al final, la directora-víctima parece forzar la compasión, si bien la manera en que se revelan los hilos de la puesta en escena impiden toda empatía. Uno se olvida un poco el núcleo del propósito inicial, a saber, la reflexión sobre la manera en que los grupos sociales atribuyen autoritariamente roles a cada uno de sus miembros y se alimentan del dominio de los más fuertes, de la victimización de los más débiles y de la indiferencia con toques de cobardía de los mediocres. 

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(Traducción del francés)

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