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BRUSSELS FILM FESTIVAL 2014

Ärtico: las vidas frías

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- El salmantino Gabriel Velázquez cierra su trilogía sobre la familia con un radical acercamiento a la adolescencia truncada en la España rural y profunda

Ärtico: las vidas frías

A menudo se piensa que la atmósfera natural de los relatos de juventudes perdidas por la violencia, las drogas y los sueños truncados es la de la ciudad decadente, los callejones oscuros y fríos en donde los destinos se pierden y no se vuelven a encontrar. El director salmantino Gabriel Velázquez demuestra que no tiene por qué ser así: lleva esos destinos truncados a lo rural, en donde no hay callejones, sino granjas abandonadas y páramos inertes, pero en el que existe exactamente el mismo frío. Ärtico [+lee también:
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es la tercera entrega de su trilogía “Familia versus soledad”, en la que el cineasta ha encontrado un paralelismo directo con la falta de calor (antes de Ärtico fue Iceberg [+lee también:
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) que, muy a menudo, marca la diferencia entre lo humano y lo (casi) inhumano. La tercera cinta en solitario de Velázquez forma ahora parte de la selección oficial del Brussels Film Festival 2014, después de haberse presentado en la sección Generation 14Plus de la Berlinale, en donde el jurado le adjudicó una mención especial.

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Esas vidas frías que filma Velázquez son las de Simón (Juanlu Sevillano) y Jota (Víctor García), dos jóvenes atrapados entre la adolescencia, la adultez y la delincuencia, que intentan hacerse paso entre la Salamanca rural a golpe de tiros con escopeta a las palomas, pequeños trapicheos y, finalmente, embarazos indeseados. El primero tuvo un hijo con Alba, que ahora convive con su familia, aunque él prefiera perderse con Jota que cuidar de ambos, y el segundo hace lo mismo con Debi, cuyo único contacto con un neonato era el que tenía cuidando el bebé de una vecina con su amiga Lucía, una narcotraficante de poca monta. Las cinco historias dan forma a un relato cristalizado, que apenas cambia de punto de vista al ser tratado continuamente desde una larga distancia, gélida y poco personal. Velázquez deja que los personajes entren y salgan de su mirada, intentando darles prácticamente la misma importancia tanto a ellos como a lo que los rodea, conectando lo yermo de los paisajes con lo inerte de sus realidades.

Ärtico elige ser un retrato, ya que presenta a los personajes de manera voluntaria: cada uno de ellos mira a la cámara durante unos segundos, con su nombre, y una frase que los acompaña (una de ellas, “he estado en la cárcel, y ni siquiera mi madre me visitaba”). Por ello, la estructura de la película se desvela tan naturalista y radical como, por momentos, artificial: una mirada a cámara con lágrimas en los ojos en plena recepción objetiva de la realidad (o algo muy parecido) desestabiliza demasiado. El juego de Ärtico es también el de vibrar como el percutor de una pistola, a través de la rítmica percusión tradicional de las virtuosas manos de un campesino, que contribuyen a trascender lo natural y lo artificial para alcanzar momentos de tensión que devienen cruciales para el guion de la cinta. Producida por Escorado Producción y vendida al extranjero por Agencia Freak, Ärtico dispara sus balas a bocajarro, en pleno frío salmantino, a veces acertando, y otras pasando algo lejos.

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