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BERLINALE 2014 Competición

Berlinale: The Grand Budapest Hotel, alfombra roja para Wes Anderson

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- No contento con dar el pistoletazo de salida a la Berlinale con su nueva película, el director estadounidense hizo desfilar por su primera alfombra roja un impresionante elenco de estrellas del celuloide

Berlinale: The Grand Budapest Hotel, alfombra roja para Wes Anderson

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, del estadounidense Wes Anderson, era, desde muchos puntos de vista, la película que debía inaugurar el 64º festival de Berlín (6-16 febrero). En primer lugar, esta coproducción anglo-alemana surgió de los Studios Babelsberg (donde se rodaron otras dos películas de la selección oficial: La bella y la bestia [+lee también:
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, que se proyectará fuera de concurso); en segundo lugar, se trata de una comedia simpática, endiablada y muy bien hecha, y, por último, su colorista galería de personajes ha ofrecido a la gala de apertura del certamen un impresionante primer contingente de estrellas en Berlín.

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El gran hotel de Anderson acoge, en efecto, entre sus paredes a un Ralph Fiennes de uniforme que con su deferente dandismo otorga a la película sus mejores diálogos, una graciosísima Tilda Swinton que da vida una rica octogenaria, un Adrien Brody perfectamente infecto, un Willem Dafoe que no puede ser más patibulario... sin olvidarnos de Edward Norton, Jude Law, Saoirse Ronan, Mathieu Amalric y Léa Seydoux. Hasta Bill Murray, Owen Wilson, Harvey Keitel, el inglés Tom Wilkinson y el vienés Karl Markovics hacen aparición en la cinta.

La cinta de Anderson presenta, además, todo un festival de historias. Todo se articula en torno a varias narraciones encajadas de las que posteriormente sabremos la manera en que terminaron convirtiéndose en un libro, partiendo de la chica que lo lee frente a la estela funeraria de su escritor y, posteriormente, del mismo escritor, al principio mayor, luego más joven, para llegar hasta Zero Moustafa, quien vivió la historia, aún jovencito (Tony Revolori), cuando era un botones a las órdenes del conserje Monsieur Gustave (Fiennes). Una herencia indebida, el robo de un cuadro, amor y coliflor con nata se entremezclan en esta especie de Shangri-La alpino, aislado casi por completo del resto del mundo, que es el hotel termal de lujo que da título al film. También vemos desfilar algunos nazis paródicos (los ZZ) pero tanto en sus escenas como en el resto del metraje prima la ligereza sin que se vea alterada por la idea de la muerte: aun asesinados o colgados en el borde de vertiginosos precipicios, los personajes conservan intacto su humor y se mantienen fieles a las figuras bien delimitadas que cada uno de ellos encarna. 

A la luz de su flema inquebrantable, la reflexión de Mr Gustave, congratulándose de que aun en las peores situaciones surjan chispas de humanidad, viene cargada de una graciosa ironía: los personajes que aquí se dibujan y sus aventuras gozan de una dosis tan alta de locura que más que representar la condición humana, llevan al espectador directamente al universo de los dibujos animados, donde ni los disparos, ni los saltos de la muerte tienen verdaderas consecuencias y, además, le ofrecen unas imágenes impagables, muy conseguidas. Aunque la propuesta inicial de la película, que cita al final a Stefan Zweig como principal fuente de inspiración, parece incidir en un tono nostálgico frente a un pasado que ya no existe partiendo de un lugar de veraneo ya solitario y abandonado, nos sentimos más cerca de las aventuras de Scooby Doo que de El año pasado en Marienbad. Se evita toda dramatización y, cada vez que regresa la imagen de aquella lectora que acude al cementerio a recitar, es con el corazón ligero como se cierra el círculo sobre la vieja y deslucida Europa, dotada de un carácter de todo vivaracho por la alegre paleta de Anderson.

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(Traducción del francés)

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