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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Attenberg

por 

- Una obra audaz, pasional, extraña y jovial que es mucho más que la típica película de madurez. Premiada en Venecia en 2010 y finalista al premio Lux 2011.

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(2009), otro ejemplar del nuevo cine griego, apreciarán ciertas similitudes, aunque tengan sensibilidades muy distintas en el trato de la familia, el despertar sexual y la muerte. Podría ser clasificada como una película de iniciación, pero haciéndolo negaríamos la habilidad de Athina Rachel Tsangari de tratar otros temas al margen de la historia de Marina.

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La acción comienza cuando Marina (Ariane Labed) está aprendiendo como besar con su promiscua mejor amiga Bella. Reticente, Marina se siente confusa y algo asqueada, incapaz de ver nada más allá del mero acto. Se niega a sí misma una experiencia amorosa hasta los 23 años, a pesar de su belleza, y es precisamente esta posición al margen del resto que define a su personaje y a la película. Ambos son algo perversos y se expresan sin ambages.

Está claro que Marina está a parte, por su anacrónica pasión por la banda de los años 70 Suicide y por Françoise Hardy. De hecho, tanto ella como su padre viven en su pequeño universo, alejados de las corrientes principales en materia de cultura, política o comportamiento social. La misma franqueza de la fotografía de Dogtooth o Alps [+lee también:
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, de Yorgos Lanthimos, se encuentra en esta cinta gracias a la labor de Thimios Bakatatakis, que no duda en dejar una cabeza fuera del encuadre o no seguir el movimiento de los personajes. Seguimos la acción de la misma manera que David Attenborough observa gorilas, hecho que precisamente da nombre a la película. Cada escena resulta casi medieval por su rechazo a incorporar contrastes o perspectiva. Attenberg retrata de modo opaco a su personajes e invita al público a entrar en el encuadra, al tiempo que le pide que mira con un ojo casi científico.

No por ello Attenberg resulta fría, ya que resulta hilarante con mucha frecuencia. Podrás ver algunas de las escenas cómicas más divertidas de los últimos años si te gusta el humor seco y absurdo. La enfermedad y la muerte del padre se convierten en una línea narrativa cargada de risas culpables. Por ejemplo, nunca cesó de proteger a Marina ante conversaciones emocionalmente sensibles y explica los preparativos de su propia cremación en su típico estilo pragmático. Las consiguientes negociaciones de Marina con la empresa fúnebre se asemeja a una llamada a una tienda telefónica. La inminente muerte del padre se convierte en un reloj que marca la cuenta atrás a esta dinámica y acelera la educación de Marina de una manera natural y desgarradora. La desierta zona industrial en que vive la familia es un espectro de los fallidos proyectos sociales y los sueños rotos. Su despedida de su hija es asimismo la despedida del siglo XX, que él defino como “sobrevalorado”, dejando atrás un siglo lleno de promesas incumplidas, aunque quizás escapa hacia un siglo aún más sumergido en el terror económico.

Athina Rachel Tsangari hace convivir la mediana edad con la adolescencia y el despertar sexual de Marina es narrado a través del personaje de su novio. Al tiempo que nos muestra a la pareja mientras ve documentales de David Attenborough en la cama, vemos el juego de roles entre el padre y la hija como muestra de su fantasías animales. Sus cuerpos contraídos en posturas convincentes, sus rostros con los gestos del depredador y la presa. La syua es una relación entre padre e hija de una cercanía sin igual. La muerte del padre junto con el despertar sexual de la hija dotan a la película de una melancolía agrodulce, agitando nuestras emociones colectivas. Como dice el lema de la película, la forma nos aleja, el contenido nos acerca.

A pesar de que Attenberg fue escrita durante diez días en que violentas revueltas se habían apoderado de Atenas, no tiene un tono abiertamente político. No la veo como una película alegórica más que como una extraña y hermosa elegía al mutuo sentimiento de pérdida de todas las hijas y sus padres.

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