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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Les Biens-Aimés

por 

- Christophe Honoré retoma el melodrama en esta agridulce crónica familiar: una película poética y emocionante presentada en el festival de Cannes en 2011.

Christophe Honoré clausuró el 64° festival de Cannes entre las lágrimas y canciones de Les Bien-Aimés [+lee también:
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: una agridulce crónica familiar con tintes melodramáticos en la que los actores cantan, aman y mueren heridos.

En los años sesenta, Madeleine (Ludivine Sagner), una joven empleada en una tienda que se prostituye casi por juego para aumentar sus ingresos, concibe un hijo a raíz de un encuentro con un médico checo que se convertirá, a la postre y para siempre, en el hombre de su vida. En el año 2000, su hija Véra (Chiara Mastroianni), profesora, está enamorada de un estadounidense voluble, indeciso y homosexual imprudente. El cariño que recibe de una compañera (Louis Garrel) no puede devolverlo y vive en una sensación de falta e incapacidad permanente.

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Les Bien-Aimés narra las vidas de una madre y de su hija: dos almas con las mismas heridas amorosas. Una Madeleine encarnada ahora por Catherine deneuve se casa con un gendarme (el cantante Michel Delpech), lo que no impide seguir manteniendo encuentros con su sempiterno amante (interpretado por un divertido Milos Forman) en hoteles en los que roba a la vida instantes de felicidad que a la postre terminará pagando.

Al igual que en Las canciones de amor [+lee también:
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, Christophe Honoré llamó a Alex Beaupain para escribir las canciones compuestas esta vez ex professo para el guión. Catherine Deneuve vuelve a experimentar el placer de cantar con su propia voz, en esta ocasión con un toque de felicidad familiar al hacerlo con su propia hija, Chiara Mastroianni. Les Bien-Aimés, con todo, no es una comedia musical propiamente dicha: no abundan las canciones y la historia podría desarrollarse perfectamente sin ellas, si bien aportan una nota poética que apunta la riqueza y el sentimentalismo de la narración.

El cineasta declaró en la rueda de prensa posterior que escogió ir y venir entre el presente y los años sesenta para comparar las vidas sentimentales de su generación con las de sus progenitores. Fantaseó con el amor que sus propios padres sentían el uno por el otro, un amor que parece haber perdido la ligereza en las relaciones que se dan hoy en día. La película expresa perfectamente esa sensación de lejanía y desorden constante en los sentimientos. En los intersticios el director deja arder el fuego de la pasión novelesca: la luz que hace brillar los ojos húmedos y el calor que seca las lágrimas que ruedan por las mejillas de los personajes reflejan el mal de amores que todos hemos padecido en un momento u otro de nuestras vidas.

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(Traducción del francés)

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