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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Dad

por 

- La primera película eslovena en participar en la Semana de la Crítica de Venecia. Un intimista retrato de la relación entre un padre y un hijo ambientada en Prekmurje

La siguiente película de Vlado Škafar tras su documental Letters to a Child (2009), que fue seleccionado en Rotterdam, es un pausado drama, repleto de emociones y lirismo, protagonizado por un padre y un hijo.

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entrevista: Vlado Škafar
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ficha de la película
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comienza en la sombra de un bosque durante una soleada mañana. Es domingo y vemos pescar a un padre de mediana edad (Milivoj Ros) y a su hijo de diez años (Sandi Salamon). A través de su conversación nos damos cuenta de que el niño vive con su madre y que este es uno de los inusuales fines de semana en que están juntos. A pesar de que parece algo trivial, enseguida vemos que toca aspectos tan importantes como el lenguaje, la comunicación, las relaciones interpersonales, crecer y envejecer.

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Conforme avanza el metraje, sin que haya una trama propiamente dicha, la película consigue hacerse con nuestra atención de un modo singular. La mayoría de espectadores tendrán problemas para pensar seriamente en sus relaciones familiares y cuestionarlas. Más y más dentro de la relación paterno-filial, la cinta se hace más emotiva, alcanzando conclusiones muy emocionantes tanto para los personajes como para nosotros.

En su ópera prima, Škafar despliega una capacidad lírica que ya era evidente en Letters to a Child, que era más un ensayo cinematográfico que un documental clásico. La fotografía digital de Marko Brdar y el montaje de Škafar y Jurij Moskon dan a Dad un aspecto tan espontáneo como estudiado, en el sentido positivo del término. Los colores son brillantes y vivos, con dominio del verde, el azul y el amarillo, algo lógico dado que la cinta tiene lugar sobre todo en espacios abiertos naturales, así como el rojo del jersey del padre.

La transición entre las distintas escenas se realiza a través de fundidos extremadamente lentos y Škafar realiza algunas transposiciones de efectos casi alucinantes. Algunas de las escenas están cubiertas por las voces en off del padre y el hijo. Les vemos tendidos en el suelo, mirándose, mientras oímos una conversación que podría pertenecer a esa escena o a cualquier otra.

Con una historia tan íntima, Škafar cede todo el protagonismo a dos personajes, cuya elección fue de gran importancia. Y qué acierto. Ros, uno de los productores de la cinta, actúa por primera vez en el cine y demuestra una gama de emociones tan amplia que resulta impresionante que nunca lo hubiera hecho antes. Pero no se trata de la exagerada interpretación típica de este tipo de películas, sino que se trata de una sutil representación de casi imperceptibles cambios de humor que son subrayados por el perfil bajo que adopta la cinta en su conjunto.

El niño Salamon es otro acierto. No es uno de esos niños perfectos que los directores de cásting suelen elegir para provocar el afecto del espectador. Salamon es un niño normal, aunque su interpretación está lejos de ser ordinaria. Con una naturalidad increíble, hace creer fácilmente que es realmente el hijo de este padre y que su relación es exactamente esa.

Hacia el final de la película, Škafar incluye una sorprendente escena documental sobre el capitalismo contemporáneo en la región de Prekmurje. Lo más sorprendente es que encaja perfectamente con la historia.

Tanto al inicio como al final de la película muestra escenas de arañas de agua. Insectos ligeros y volátiles que capturan a la perfección el espíritu de la obra.

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