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CANNES 2010 Concurso / Francia-Bélgica-Chad

Un homme qui crie, o el infierno sobre la tierra

por 

El cine hizo de la guerra uno de sus temas más frecuentes: el valor, el miedo, la solidaridad, las relaciones entre los hombres que cambian como consecuencia de los conflictos; pero el horror absoluto de la guerra sólo se puede comprender viviéndolo.

Mahamat-Saleh Haroun lo ha vivido. Herido en 1980 durante la Guerra civil en la República del Chad, tuvo que abandonar su país para refugirse en Camerún, y, 26 años después, mientras rodaba Darat [+lee también:
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(Premio especial del jurado en el Festival de Venecia 2006) los rebeldes invadieron N'Djaména. Seis horas de combate causaron 300 muertos.

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, candidato a la Palma de Oro en Cannes, emerge del traumatismo de una nación en conflicto permanente, atrapada en la violencia, en manos de los señores de la guerra y de la cual estos sacan provecho.

Adam, interpretado por Youssouf Djaoro, es un sexagenario que fue campeón de natación de África Central en los años 60 y que ahora se encarga, junto a su hijo Abdel (Diouc Koma), de la gran piscina de un hotel de la capital. Cuando la gestión del hotel pasa a manos de los chinos, Adán es relegado al puesto de portero y su hijo ocupa su lugar.

Después de treinta años de trabajo, Adam se siente humillado. Los celos lo hacen entrar en conflicto con Abdel. Los rebeldes, mientras tanto, avanzan hacia N'Djaména y el ejército gubernamental reclama a todas las familias una contribución en dinero o en jóvenes voluntarios para hacer frente al enemigo. A pesar de las amenazas del jefe del distrito, Adam se niega a pagar, condenando así a su hijo al alistamiento obligado y al envío del muchacho al frente.

En el magnífico primer plano de la película, Adam y Abdel juegan en el agua como dos jóvenes e inocentes hermanos. La piscina es el apartado lugar en el cual los dos pueden moverse en libertad, sentirse seguros y alejados de este infierno sobre la tierra que los asedia. Al agua, pero a la de un gran río, volverán al término de su aventura. La relación, antes muy tierna y ahora conflictiva, entre padre y hijo es la de una generación que debe transmitir a la siguiente valores sólidos para sobrevivir en un mundo hostil.

La espléndida fotografía de Laurente Brunet y el esmerado montaje de Marie-Hélène Dozo permiten que esta coproducción franco-belga sea particularmente apreciada en el mercado internacional, con escenas de una fuerza y una elegancia especiales, como la del padre que cruza el desierto para llegar al frente donde su hijo combate.

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(Traducción del italiano)

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