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España

Enric Ribes • Director de Cantando en las azoteas

“Me ha interesado siempre el mundo del transformismo”

por 

- En su ópera prima el director catalán combina ficción y realidad para retratar a Gilda Love, un travesti nonagenario, vecino del barrio barcelonés de El Raval

Enric Ribes • Director de Cantando en las azoteas

Tras pasar por los festivales D’A y Sheffield DocFest, se estrena en España, en el inicio de las celebraciones del orgullo LGTBIQ+ en Madrid, Cantando en las azoteas [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Enric Ribes
ficha de la película
]
, film que bascula entre lo ficticio y el documental, dirigido por Enric Ribes (33 años) y protagonizado por Gilda Love, veteranísimo travesti del barrio de El Raval, en Barcelona.

Cineuropa: No se suele hablar de gente de la tercera edad en el cine…
Enric Ribes:
Sí, es como si no existieran. Es difícil ver películas de gente mayor, menos del colectivo LGTBIQ+. Gilda Love lo tenía todo para contar una historia bonita y humana, con la problemática de esa edad. Le conocí (a Eduardo, su nombre real) hace seis años y me llamó la atención cuando entre su repertorio de canciones canallas y picantes realiza un monólogo en el que narra cómo nació a la vez que una niña y ella murió estrangulada por el cordón umbilical de él. Eso me resulto muy poético y trágico, además vestido con el traje de flamenca y con la peluca puesta tiene un look muy fotogénico. Nos hicimos amigos con el tiempo, porque esta película sin amistad no se hubiera podido hacer: es un homenaje que le hacemos desde el cariño y la amistad. Rodamos un cortometraje previo sobre la biografía de Gilda, condensada en seis minutos: un collage fílmico en súper 8 y 16 mm. Yo había trabajado en un proyecto con Inicia Films, con Valerie Delpierre y le comenté la idea, le mostré la pieza y le dije que quería hacer un largometraje con Gilda; a la productora le gustó la idea y así nació la película.

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¿Hay entonces un guion elaborado?
Todo lo que aparece en pantalla es real, pero hay una parte provocada. Nos gusta el concepto de híbrido, de no saber si es real o ficción, pero da igual. También hemos dejado en el montaje final algunas miradas furtivas a cámara de algún personaje: esa espontaneidad logra un resultado más real.

El barrio de El Raval también se reivindica en Cantando en las azoteas.
Gilda es como el último mohicano de una especie. El Raval es continuo movimiento y renovación, el distrito uno de Barcelona, el centro de acogida y libertad, de oscuridad y luz. Él es el último de ese mundillo canalla de los setenta y ochenta: muchos han vuelto ya a su ciudad de origen o han muerto, pero Gilda es la única que sigue actuando. Representa a un barrio que está desapareciendo. Me ha interesado siempre el mundo del transformismo y me gusta mucho Diario del ladrón, de Jean Genet, que habla de esto, e incluso su Querelle está basado en un prostíbulo donde trabajó Gilda.

También el documental Ocaña, retrato intermitente, de Ventura Pons, retrata aquella Barcelona libertina y maravillosa.
Sí, Gilda conoció a Ocaña: eran personajes únicos. Hay un documental titulado Yo soy así, de la hispano-holandesa Sonia Herman Dolz, del que he usado algunos momentos en mi film, en los que aparece Gilda más joven durante los últimos años de La Bodega Bohemia. Porque tras las Olimpiadas se empezó a transformar el Raval: intentaron modernizar el barrio y muchos de sus antiguos cabarets desaparecieron. Y los artistas no sabían qué hacer con su vida.

Antes el mundo travesti era más clandestino y oculto que ahora.
Sí, por las drag queens, pero se está haciendo justicia al trabajo que hicieron todas las Gildas: se está poniendo en valor a todo el movimiento travesti de las últimas décadas del siglo XX, que había quedado en un reducto canalla y de divertimento del subsuelo de la ciudad.

Fueron grandes luchadores.
Los primeros en salir a la calle como se sentían. Eso también lo intentamos reflejar en mi película, porque en el Raval puedes ir como quieras, no llamas la atención si llevas tacones altos siendo un hombre: fue un reducto de libertad y tolerancia desde el franquismo.

¿Cuánto duró el rodaje y su preparación?
Nos pilló en medio el covid, así que pulimos mucho el guion. El rodaje lo acotamos en cuatro semanas y rodamos con niños, animales y personas mayores, en pandemia y con mascarillas todo el mundo. Ya sabíamos que sería caótico desde el principio: cuidamos mucho a Gilda e intentamos hacer fluir lo mejor posible las secuencias planeadas, de una forma lineal, rodándolo como una realidad. No hubo ensayos: Gilda conoció a la niña coprotagonista en pleno rodaje.

Pues la conexión entre ellas resulta fascinante.
Hablan con la mirada, neutra y pura: Gilda era como un abuelo y abuela a la vez.

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