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Fernando Franco • Director

“Hay que tener coraje para rodar una película”

por 

- SAN SEBASTIÁN 2017: Fernando Franco regresa al certamen donostiarra tras el éxito obtenido aquí con La herida, aunque en esta ocasión lo hace fuera de competición con Morir

Fernando Franco  •  Director
(© Montse Castillo/Festival de San Sebastián)

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 es la segunda película como director del también montador, productor y docente cinematográfico Fernando Franco (Sevilla, 1976) tras obtener el premio Especial del Jurado y la Concha de Plata a la mejor actriz (Marian Álvarez) en San Sebastián 2013 con La herida [+lee también:
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. En esta 65º edición del Festival de San Sebastián no compite, pero igualmente dejará huella.

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Cineuropa: El paisaje tiene un sentido relevante en Morir. ¿Dónde se ha rodado?
Fernando Franco:
 Aquí en Donosti, en el País Vasco, en Sevilla, Navarra, Cantabria y Madrid, aunque en la película no parece que transcurra en tantos lugares distintos, pero hemos construido un espacio cinematográfico que se alimenta de muchos sitios. Mi anterior película, La herida, estaba más cerrada sobre el personaje principal, sin apenas profundidad de campo y con más interiores; en este caso consideraba importante abrir la película y que el paisaje fuera un trasfondo del estado anímico de los personajes: mantuve conversaciones con Miguel Ángel Rebollo, el director de arte del film, sobre referentes de pintura romántica, como Friedrich y Turner, que acabamos trasladando a los exteriores. En los interiores, como a Dreyer, también nos interesaban esas fugas de pasillo, con mucha profundidad.

No hace falta decir que, por su temática, es una película valiente.
¡Gracias! Yo creo que si ruedas una película, tienes que hacerlo con coraje y con gente que quiera apostar por ella. Tengo la suerte de trabajar con actores como Marian Álvarez y Andrés Gertrúdix, y con mucha parte del equipo, como el productor Koldo Zuazua, el dirección de fotografía Santiago Racaj o el de arte, que le echan mucho valor, remando siempre en dirección de la idea de la película.

Esa inquietud por hablar de la muerte desde el punto de vista de la persona que acompaña a quien fallece… ¿nace de una experiencia personal?
Sí, lo he vivido, porque mi padre estuvo enfermo mucho tiempo y yo estuve acompañándole con mi familia. Y cuando estaba haciendo La herida leí la novela de Schnitzler, germen de la película, que se titula igual, Morir, y me interesó que el foco lo ponía en la persona que acompaña y no en quien padece la enfermedad terminal. He intentado que aquellas cuestiones planteadas en el relato se trasladen a la película: pues en esos momentos críticos tienes anhelos, sentimientos y pensamientos que llevas por dentro y resultan complicados de articular, y no te sientes cómodo porque parecen que son cosas que los demás te pueden reprobar, a nivel ético o moral.

Se mezclan mil contradicciones en la mente de quien ayuda a un enfermo a quien quiere.
La película parte de una relación amorosa, de pareja, pero mi idea era no idealizarla en el sentido romántico, como en una película de Hollywood, sino mostrar el amor como un terreno que tiene fisuras y otras caras que no son el romanticismo y la abnegación, sino que grises: no todo es blanco o negro.

Hay que aplaudir a Marian Álvarez por cómo transmite todo ese cúmulo de emociones.
Yo repito con ella porque soy fan de su trabajo, aparte de que es amiga y la quiero un montón. Ella tiene una capacidad increíble para plasmar estados de ánimo simplemente con la mirada. La novela original que adaptamos está articulada en base al monólogo interior de los dos personajes y su traslación al lenguaje cinematográfico hubiese sido la voz en off, pero yo no quería utilizarla; entonces necesité trabajar desde el lenguaje de los cuerpos y las miradas: tanto Andrés como Marian te dan eso, la capacidad de condensar un montón de emociones sin necesidad de verbalizar o de ser enunciativos.

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