20/10/2014 - El holandés Frans Weisz presenta en el Festival de Cine de Londres una cinta de corte familiar, Finn, y Cineuropa habla con él

A lo largo de su extensa carrera, el holandés Frans Weisz ha compaginado trabajos experimentales y artísticos con varios éxitos de taquilla. Ahora presenta en el Festival de Cine de Londres una cinta de corte familiar, Finn [+lee también:
tráiler
entrevista: Frans Weisz
ficha de la película], y se declara sorprendido por que precisamente ha sido este proyecto el que más interés internacional ha suscitado en toda su trayectoria. El niño protagonista que da nombre a la cinta vive con su padre en un pequeño pueblo tras la muerte de su madre. Todo el mundo quiere que juegue al fútbol, como hacen los niños de su edad. Tras conocer a un misterioso hombre que toca el violín, Finn decide que quiere aprender a tocar un instrumento que considera mágico, pero casi todos a su alrededor se oponen a ello. Especialmente su padre.

Cineuropa: ¿Por qué ha decidido a estas alturas abordar una película familiar?
Frans Weisz: No veo una película infantil desde Bambi, pero decidí que era el momento. Cuando empecé en el cine apenas había 3 o 4 directores de cine en toda Holanda. No había industria y una película como esta hubiera sido imposible de rodar. Ahora hemos podido permitírnoslo. Y estoy muy satisfecho de haberla rodado porque me ha llevado a más países que ninguna de mis películas anteriores.

Su historia es muy orgánica. No hay mundos fantásticos ni abuso de los efectos especiales en ella. Está más cercana a los cuentos tradicionales.
Al igual que en muchas de mis películas hay una aproximación teatral, por eso resulta más clásica. Mi sueño frustrado es haber sido actor de teatro. Me verás más a menudo en la butaca de un teatro que en la de una sala de cine. Además hemos intentamos contar una historia sin ser condescendientes con el público infantil, tratarlos como pequeños adultos. La escritora Annie Scmidt, quien era la versión holandesa de Hans Christian Andersen, hacía relatos de este modo. Hace muchos años me pidió que llevara al cine uno de sus cuentos. No pudo ser, pero por fortuna ahora he podido realizar este proyecto. Hasta ahora solo he hecho películas que creía que podían contar algo sobre mí. Y en este caso también ha sido así.

Billy Elliot, un niño que prefiere bailar a jugar al fútbol, es solo uno de los referentes para esta película.
Para buscar financiación mostré imágenes del protagonista de La vida es bella, El chico de Charles Chaplin, Solo en casa… Encontré a Mels van der Hoeven, el niño que iba a interpretar a Finn, en nuestro último casting, poco antes de empezar a rodar. Buscaba que protagonista fuese carismático, que en cierto modo sostuviera la película. Fue complicado trabajar, porque luego descubrí que el niño vivía una situación similar a la de su personaje y había perdido a su madre con dos años. Él me preguntaba cómo acababa la película y yo prefería no contárselo, noté que también era una aventura para él, como lo era para Finn, y decidí no contarle el final de la historia.

La primera vez que asistió a un festival de cine fue en los años 60. ¿Han cambiado mucho desde entonces?
En las últimas décadas ha evolucionado el concepto de festival de cine y en algunos casos se ha especializado. Por ejemplo el modelo de festival y de organización de secciones aquí en Londres es algo que no había visto nunca antes. Hay festivales, como el Giffoni, dedicado a jóvenes y niños. Allí ellos son los protagonistas y los demás somos los actores secundarios. Lo que sí que creo es que en algunos grandes certámenes hay una enorme lucha de egos. Creo que el infierno sería una edición de Cannes que nunca acabara.