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Bruno Dumont • Director

“El misterio o la oscuridad de la demencia”

por 

- El director francés desvela a la prensa internacional las claves de Camille Claudel 1915, la primera película de su filmografía que viaja a la Berlinale, donde compite por el Oso de Oro

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Juliette Binoche lo llamó porque quería trabajar con usted. ¿Cómo nació Camille Claudel 1915?
Bruno Dumont: Reflexioné largo y tendido. ¿Qué podía proponerle? Guardaba el recuerdo de que, además de que era actriz, Juliette también pintaba. Por eso pensé en Camille Claudel: en mi opinión, había mucho parecido entre lo que era Juliette y lo que fue Camille Claudel. A partir de esas equivalencias, hicimos la película.

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¿Por qué es tan sostenida la trama?
La vida de reclusa de Camille Claudel era muy simple. En el cine, cuando la historia es simple, la fotografía puede desplegarse con gran amplitud. Lo único que daba vidilla a Camille Claudel en el hospital, su única esperanza, su única alegría, era la visita de su hermano. Por eso, escribí el guion para que girase en torno a una visita de Paul.

¿Cómo abordó el límite entre la locura y la realidad ?
Lo que más me impactó cuando leí la correspondencia de Camille Claudel fue la manera en que hablaba del entorno: siempre lo hacía con dolor. Es una mujer para la que la promiscuidad resultaba insoportable y sufría todo el tiempo que pasa en este universo mental destrozado. Me pregunté cómo podía restituir esas condiciones y en seguida me vino en mente la idea de trabajar con enfermos mentales. Encontré un psiquiátrico que trabajaba con la terapia artística. Allí hice un casting y encontré a algunas personas. Algunas tenían un grado de consciencia suficiente para dar su visto bueno; otras no, porque eran autistas, así que el permiso me lo dieron sus familiares. Juliette pasó un buen rato con ellos para crear vínculos. Tanto los actores como yo mismo nos acercamos a estas personas y todo aquello que pensábamos sobre la locura demostró ser falso. En este sentido, la película constituye también un documental sobre la realidad de sus enfermedades. Decidí rodar con su personal de enfermería porque necesitábamos de todas formas que aparecieran en la pantalla. Tomé sus enfermedades: son las que se muestran en la cinta. Qué menos para comprender el misterio o la oscuridad de la demencia, la miseria, la tristeza, la decadencia, la tragedia de la vida de Camille.

¿Por qué comienza la película de manera tan austera?
De la duración puede nacer el deslumbramiento. El tiempo de un espectador es de una hora y media y para llegar al resplandor, hay que pasar por toda la paleta. Si no hay nada frío ni templado, no podemos sentir el calor. Había que sentir el peso de la duración de las condiciones en las que vivió Camille. Ella lo dijo, ella lo escribió y lo lloró. Después, lentamente, la película camina hacia la palabra. No quiero parecer un maltratador, pero hay algunos pasajes obligados para llegar a una especie de paroxismo y de gracia, a pesar del sufrimiento. La locura es divertida y muy triste, burlesca y trágica y el cine es igual en cierto modo: tomar al espectador y sumergirlo en la duración para elevarlo luego hacia la gracia. No puede hacerse una película en la que todo sea plano o gracioso. Hay que tomarse su tiempo, arrojar pequeñas cosas para que el espectador haga sus cábalas poco a poco. Tiene que andar porque el cine es un arte del tiempo, no es el instante, ni lo intelectual ni las ideas lo que importa tanto cuanto la ebullición.

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