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Raja Amari • Directora

“Túnez a través de la danza”

por 

- La joven directora tunecina debuta en el largometraje con Satin Rouge, una historia de pasión y emancipación

Tras una primera prueba cinematográfica con un cortometraje, la joven directora tunecina Raja Amari, nacida en 1971, debuta en el largometraje con una historia de pasión y emancipación. Coproducida por Francia y Túnez, Satin Rouge [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
consiguió el premio a la mejor película en la última edición del Festival de Cine de Turín y a la mejor promesa joven en el Festival Internacional de Cine de Seattle. La película ha cosechado en todo el mundo numerosas críticas positivas y una excelente acogida por parte del público.
La protagonista es Lilia, una mujer decente, viuda desde hace años y madre preocupada de una adolescente. Tras haber reprimido todo deseo como mujer, Lilia no consigue entender los deseos incontenibles de su hija. Sin embargo, atraída inexorablemente por el mundo de la danza, reencontrará su femineidad gracias a las miradas entusiastas de los clientes de un cabaret.

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¿Se ha inspirado en alguien para el personaje de Lilia o es producto de su imaginación?
“No es el retrato de mi madre. Por el contrario, se trata de una mezcla de personajes y personalidades. Me interesaba hacer una película sobre la danza. Todo el cine árabe parte de la danza y su representación; muchas actrices del pasado eran también bailarinas”.

Al imaginar la danza como expresión de la intimidad y de la pasión, el cine árabe era más libre de lo que parecía entonces…
“Lo fue, por los años cuarenta y cincuenta, luego se cerró lentamente, volviéndose cada vez más conservador. En comparación con la gran libertad de movimiento en los cuerpos y también en los contenidos morales del pasado, pienso en las primeras comedias musicales de Cha’ne, hoy hay mayor austeridad. Los personajes que el cine propone tienen siempre características precisas, fijas. Las mujeres aparecen a menudo como víctimas de la sociedad y las que se rebelan contra las injusticias generalmente terminan triunfando”.

¿En cierto sentido su película habla también de una mujer que intenta emanciparse de sus deberes como madre o viuda?
“Sí, pero no solamente. Más bien Lilia encuentra su libertad en la danza, aunque mantenga una doble personalidad, pues esconde a todos esta actividad. Su principal deseo es volver a ser mujer y a gustar nuevamente a los hombres”.

En la película el cabaret no parece ser el lugar de perdición típico…
“Mientras buscaba los primeros sitios para el rodaje también yo tenía estos prejuicios. Luego descubrí que hay lugares en los que manda la alegría de vivir. El público y las bailarinas viven felices los momentos de la danza y comparten el placer. Es un lugar que, efectivamente, contrasta mucho con la realidad cotidiana: las mujeres que bailan imponen una femineidad muy fuerte, son las dueñas de la situación, y los hombres sojuzgados terminan por ser dominados”.

La película es una coproducción de Francia y Túnez, ¿tuvo dificultades para desarrollar el proyecto?
“Muchas, tanto en la presentación del guión como en la realización. En la presentación del proyecto las críticas y la perplejidad vinieron sobre todo de Francia, que consideraba la historia poco real. Luego, con la película terminada, tuve que enfrentarme con los miedos de Túnez, desconcertados por las imágenes que resultaron del guión que habían leído. De todas formas, aunque la crítica tunecina no ha sido muy positiva, la película no ha sufrido ningún tipo de censura y ha gustado mucho en el resto del mundo”.

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