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Rodrigo Cortés • Director

Luces rojas está diseñada como un gran truco de magia"

por 

- Suspense e ilusionismo se dan cita con un reparto estelar en lo nuevo de Rodrigo Cortés Luces Rojas

El director gallego de 39 años Rodrigo Cortés, que triunfó en medio mundo con su segundo largometraje, Buried [+lee también:
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, continúa su meteórica escalada internacional con un thriller sobre investigadores que desenmascaran a esos farsantes que se lucran con la fe de la gente en lo paranormal. Una película que ha pasado por Sundance, luce un cartel de rutilantes estrellas norteamericanas (Robert de Niro y Sigourney Weaver) y confirma a Cortés como un cineasta con brío, nervio y músculo, capaz de convertir Luces rojas [+lee también:
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en una película trepidante, de perfecta factura y misterio constante, con un estilo narrativo cercano al thriller político de los setenta, tan querido por el cineasta.

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Cineuropa: ¿Cuál es el balance del paso de la película por Sundance?
Rodrigo Cortés: Ha sido muy útil a muchos niveles, y no sólo como experiencia. Luces rojas tuvo allí reacciones muy diversas: el primer día, muy polarizada, con gente fascinada y otra contraria; a partir del segundo día y hasta el séptimo, con público relajado y participativo, con reacciones poderosísimas. Eso te hace reflexionar sobre las energías que se producen en los festivales, esa especie de locura brutal. Ver la película siete veces, con siete audiencias distintas, te permite asimismo palpar la electricidad que llega al público y sintonizarte con su energía para ajustar cosas: poder hacer esos últimos ajustes es un regalo. Con Buried también lo hice, pues llegó "goteando" a Utah, así que después introdujimos tres voces telefónicas nuevas y ajustamos la música. Ésta es una oportunidad que ojalá tuviéramos los directores siempre.

También habrá servido ese paso de Luces rojas por Salt Lake City de cara a las ventas internacionales.
La película ya estaba vendida a más de 50 países y allí se vendió a EE.UU., razón principal por la que fuimos al festival en enero.

El coste de tiempo y dinero de este film habrá sido mayor que en el rodaje de Buried.
Sí, ha costado 12 millones de euros, cantidad muy respetable para una película española, pero es una cuarta parte de lo que costaría un film de este tamaño si se hubiera rodado con un estudio de Hollywood. Es una producción al 90 % española, rodada en un 80% en Barcelona, con dos semanas de exteriores en Toronto, con todo el equipo español, con excepción del reparto. Fueron, en total, diez semanas y media de rodaje.

La película habla de los ilusionistas, quienes emplean trucos para engañar a la gente. Pero el cine no deja de ser un gran truco, pura magia.
Así es, la película está diseñada, entera, como un truco de magia, con su exposición, desarrollo y conclusión. Y basta ver Fraude, de Orson Welles, una de mis diez películas fundamentales, para comprender que el oficio del ilusionista y el del cineasta es el mismo. Uno trabaja también con los mecanismos de percepción: lo que intentas como cineasta es conseguir que el espectador mire a la mano izquierda para, mientras tanto, hacer cosas con la derecha. Son las mismas herramientas. Es un acto de ilusionismo y quien entra en una sala de cine tratando de desvelar el truco está en su legítimo derecho, pero se puede perder dos horas de disfrute. Porque nos gusta más vivir en la ilusión que en la realidad y siempre creemos lo que queremos y nos es más conveniente creer.

En esta película ejerces de guionista, montador, director y productor.
Para mí la escritura, la dirección y el montaje han sido, desde que empecé con los cortos, diferentes bases de un único acto creativo. No digo que sea la forma correcta; es como lo hago yo, lo que me funciona a mí. En cuanto a la producción, que desarrollo junto a mi socio, Adrián Guerra, tiene que ver con el control creativo: de este modo las decisiones no están sometidas a la opinión superior de un comité que posee tablas mágicas sobre lo que gusta al público. Mi función real como productor es, por lo tanto, la protección de la película. Porque es fácil saber adónde vas al principio del proyecto, e igual de fácil acabar en otra parte muy distinta y sin saber cómo.

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