10/06/2011

El Festival Internacional de Cine de Transilvania (TIFF) ha cumplido diez años y como regalo de cumpleaños ha sido certificado por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Cine (FIAPF) como uno de los 40 certámenes de cine con competición más importantes del mundo. Su director artístico, Mihai Chirilov, que trabaja en el festival desde su primera edición, ha conversado con Cineuropa.

Cineuropa: ¿Cuáles son las principales diferencias entre la primera edición y esta?
Mihai Chirilov: Obviamente, el tamaño. En 2002 proyectamos 45 películas con un total de 9.000 espectadores. Para esta décima edición, tenemos diez salas y más de 200 títulos. Hasta ahora, la venta de entradas ha crecido un 20% con respecto al año pasado, cuando vendimos 60.000. Nuestra reputación ha crecido, tanto dentro como fuera de Rumanía, lo cual es quizás lógico pero no damos por sentado.

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¿El público también ha cambiado?
Este es un festival para el público, y así sigue siendo, pero a lo largo de los años hemos desarrollado un sólido espacio para la industria y este año hemos publicado por primera vez un catálogo dedicado a ello. Está muy unido al nacimiento del Nuevo Cine Rumano, que ha atraído la atención de todo el mundo. Los profesionales del sector vienen para poder ver lo más reciente del cine local. Tenemos películas de Cannes, pero también estrenos y proyecciones privadas para profesionales.

¿Es una coincidencia la irrupción de esta Nueva Ola con la creación de un festival internacional?
Se nos ocurrió la idea de crear un festival de cine en septiembre de 2001, justo después de que la primera película de la llamada Nueva Ola, Stuff and Dough, de Cristi Puiu, fuese seleccionada en Cannes. Nuestra primera edición en 2002 proyectó esta cinta y la ópera prima de Cristian Mungiu, Occident. Fue una feliz coincidencia que ambas cosas se diesen al mismo tiempo. Los mejores momentos del festival han coincidido con los mayores logros del cine rumano, culminando en 2010 con Aurora [+lee también:
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ficha de la película] . No ha habido otra Palma de Oro, pero está claro que se trata de una ola, no de unas pocas gotas.

¿Cómo describirías tu acercamiento a la dirección artística del festival?
Al margen de lo que se convirtió en la sección Romanian Days, dedicada al cine local, sabíamos desde el primer momento que queríamos tener una competición internacional concentrada en óperas primas y segundas. Desde el inicio hemos evitado las cosas más seguras, ya que estos títulos no atraían muchos espectadores ni siquiera en los cineclubs. Pero queríamos mostrar al público algo que no habían visto nunca y nos gustó la idea de ser un festival joven, especializado en directores jóvenes. Otras secciones proyectaban películas más grandes de directores conocidos.

¿Qué impacto tendrá el certificado de la Federación Internacional de Asociaciones de Productores de Cine?
Al principio no le di mucha importancia porque es un reconocimiento técnico y yo me ocupo de la parte artística. Pero ahora lo uso como argumento a favor del festival. Una de las cosas de las que estoy agradecido es que este reconocimiento nos obliga a invertir más dinero en el lado técnico, en la calidad de las proyecciones. Y demuestra a la gente de aquí que podemos competir en el ámbito internacional.