Presionado por su hermano Joseph, a quien no ha visto por 25 años, Paolo se resigna a dejar de lado su vida tranquila y armoniosa en Canadá por unos días y regresar a Marsella al lecho de muerte de su padre. Parte, con su hijo, con la determinación de no permanecer en esta ciudad de la cual huyó hace muchos años después del episodio dramático. Pero no había tenido en cuenta el afecto de su familia, el cual redescubre después de tantos años, o el encuentro con una joven mujer, o tal vez la solidaridad simple y encantadora de la gente de Marsella, que le hará reconciliarse con esta ciudad que alguna vez no habría querido abandonar... Marsella.