14/09/2017 - TORONTO 2017: Sebastián Lelio firma un drama incandescente sobre las consecuencias de un amor en los personajes que interpretan Rachel Weisz y Rachel McAdams

El director chileno Sebastián Lelio se ganó la fama internacional con su cuarto largometraje, Gloria [+lee también:
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ficha de la película], estrenado y premiado en la Berlinale de 2013. Cuatro años después, Lelio regresó al festival de Berlín con otra obra igualmente aclamada, Una mujer fantástica [+lee también:
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ficha de la película], ganadora a la postre del Oso de Plata al mejor guion. Disobedience [+lee también:
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ficha de la película] es su sexto largometraje, el primero en lengua inglesa, y se estrenó como parte del programa Special Presentations en el 42º festival internacional de cine de Toronto.

Tras años lejos de la comunidad judía ortodoxa de Londres, Ronit (Rachel Weisz) se ve obligada a regresar tras la muerte de su padre, que era rabino. Allí volverá a verse con un viejo amigo, Dovid (Alessandro Nivola), hijo espiritual de su padre y sucesor. Para sorpresa de Ronit, resulta que Dovid se casó con una amiga suya de la infancia, Esti (Rachel McAdams). Ronit decidirá prolongar su estancia y acabará descubriendo que Esti todavía está enamorada de ella, después del escarceo que tuvieron cuando eran jóvenes. Esti necesita explorar los límites de la libertad y, también, las consecuencias que acarrea desobedecer las normas.

Disobedience es un drama incandescente que se toma su tiempo para evolucionar y brindar la tensión necesaria. Basada en la novela de la británica Naomi Alderman,la película fue, en un principio, un proyecto de Weisz, que también firma como coproductora, junto con Frida Torresblanco y Ed Guiney. Lelio trabajó en la adaptación con la aclamada dramaturga Rebecca Lenkiewicz. La cinta da muy buena cuenta de los temas que el cineasta ya tocó en el pasado.

Disobedience juega con la relación complementaria y perfectamente antitética de sus dos protagonistas femeninas. Ronit es extrovertida, ruidosa y parece del todo convencional de acuerdo a los estándares de la “modernidad”, si bien resulta toda una rebelde a ojos de la comunidad ortodoxa, que no acepta su estilo de vida porque no va de acuerdo con las leyes de la Tora, constituyendo todo un deshonor en relación a la respetada figura de su padre. En el otro extremo de la balanza está Esti, tímida, introvertida y obligada a tragárselo todo para permanecer fiel a su marido y a la comunidad. Ella debe pelear consigo misma, con su consciencia y, lo que es más importante, con una identidad sexual escondida que la está poseyendo, debido a la represión de sus pasiones. Esti está atrapada entre su naturaleza homosexual y la imposición de su identidad religiosa, que Ronit decidió dejar a un lado mucho tiempo atrás. La batalla entre estas dos percepciones bien distintas cae al secundario Dovid, una figura trágica, como un drama que está obligado a observar y soportar.

Lelio consigue una película técnicamente perfecta y visualmente impresionante gracias a la fotografía de Danny Cohen, que expande los límites de la cerrazón en que se ambienta la historia: su trabajo de cámara captura a sus personajes tanto como los libera, como ocurre en la excepcional escena de sexo. Sin embargo, a pesar de la excelente premisa y las hondas interpretaciones, hay una permanente falta de compromiso con la historia, que no logra desprender por la pantalla todo lo que pretende. En algunos momentos, la narración se fragmenta en exceso, lo que da lugar a un resultado más seco que aleja la atención del espectador del drama que se está cociendo. Disobedience podría haber sido una película poderosa por su temática pero el refinamiento emocional que había en trabajos anteriores de Lelio aquí no está, sencillamente.

Disobedience es una coproducción entre Reino Unido, Estados Unidos e Irlanda a cargo de Film4, Element Pictures y Braven Films. La estadounidense FilmNation Entertainment gestiona sus ventas internacionales.

(Traducción del inglés)