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Christian Volckman • Director

"Una revolución tecnológica y artística"

por 

- Entrevista con un joven cineasta de vanguardia , explorador visual y revelación mundial de la animación

Propulsado dentro de un impresionante torbellino mediático gracias a su primer largometraje Renaissance [+lee también:
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]
, Christian Volckman ha consagrado a Cineuropa un poco de su tiempo para dar un vistazo sobre sus fuentes de inspiración y sobre su aproximación a las nuevas tecnologías de animación. Encuentro con un apasionado de 34 años del cual no se ha acabado de hablar


Cineuropa: ¿Cómo descubrió la técnica de la "motion capture" que caracteriza a Renaissance?
Christian Volckman: Ví por vez primera algunas imágenes en blanco y negro que utilizaban la "motion capture" en el Salón Imagina en 1998, con ensayos de Marc Miance (Attitude Studio). Se tenía la sensación de observar los movimientos de un actor real dentro de un universo gráfico de una naturaleza distinta a él. Eso me cautivó inmediatamente . La transposición cinematográfica abría perspectivas extraordinarias dentro del universo de mis influencias cinemátográficas como era el caso del cine negro americano, el Fritz Lang de Metropolis y M Le Maudit, o incluso dentro del cine experimental ruso de los años 30. Dziga Vertov por ejemplo, me embauca con su locura, su energía, su libertad. Estas influencias se pueden utilizar porque uno hace parte de una cadena, la captura del movimiento me ofrecía la posibilidad de modernizar, de encarnar aquello que yo consideraba como la cima de la emoción cinematográfica: el blanco y negro que hace trabajar enormemente al inconsciente del espectador .Eso incorporaba también al grafismo la dimensión del ser humano, su movimiento y su emoción que no existían dentro de la animación tradicional. Con la 3D, uno capta de antemano los movimientos de los actores antes de hacer el encuadre del montaje, lo que dá una libertad inmensa , incluso si la "motion capture" no capta las expresiones faciales (una vez el encuadre está hecho, los animadores hacen su trabajo con las caras). Pero esto sin duda alguna evolucionará. Es una revolución tecnológica y artística, una herramienta genial, un aliado si uno lo utiliza con un objetivo concreto en mente o como un universo de posibilidades sin límites .

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¿Cuáles han sido sus preferencias en la realización?
En mi corto Maaz, ya había explorado el tema del hombre perdido en la ciudad. Pero el encuentro con los grafistas, los dibujantes, los arquitectos, enriquecieron este propósito. Había que fijarse límites porque hay tal libertad, tal potencial, que es como una extensión del sueño: uno puede imaginar y fabricar con el peligro inherente al sueño que es en muchos casos desestructurado. Decidí entonces sólo hacer movimientos posibles en la realidad, que la puesta en escena se moviera alrededor de los actores y que el decorado fuese utilizado con parcimonia. Es un ejercicio inverso al de Star Wars en donde el acceso a la tecnología dá como resultado ciudades de millones de habitantes, naves espaciales en todos los sentidos... En mi caso había que dar un máximo de sobriedad a la imagen, al propósito y a los decorados, porque el blanco y negro impone un conocimiento de la dirección de la mirada con respecto al espectador. Sí uno se olvida de ello, es casi un irrespeto con el público. Es más, la fuerza del cine (de Hitchcock por ejemplo), está en lo no dicho, el aspecto inconsciente, lo sugerido. No me gusta la violencia gratuita del tipo de Sin City porque la cultura tiene otra cosa que ofrecer transmitiendo al mismo tiempo la complejidad del ser humano.

¿Cual era su interés personal por el guión escrito por Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patellière?
La idea era la de empujar la lógica de las obsesiones de los grupos farmaceúticos, agroalimentarios y otros que quieren vendernos a toda costa cremas rejuvenecedoras, medicamentos o plantas genéticamente modificadas. Detrás de la dimensión económica esta el pavor a envejecer, a tener enfermedades o a morir, que paradójicamente es la esencia de la naturaleza humana. Llevada hasta las últimas consecuencias esta lógica es aterradora. Las cremas, el Botox, la perfección física no son más que la punta del iceberg. Porque la locura está detrás, aquella de no aceptar lo que la naturaleza nos ofrece, no aceptar nuestra naturaleza humana, este hecho produce todo tipo de angustias, muy de actualidad, con respecto a nuestro sitio en el universo. Este tratamiento del tema nos lleva a preguntas filosóficas y Renaissance aborda el sujeto preguntándose qué pasaría si se descubriera la manera de parar el envejecimiento de las células. No estoy seguro de que esto sea positivo para la humanidad.

¿Cómo ve usted el resto de su carrera como cineasta después de haber comenzado de forma tan fulgurante?
Es mi primer largometraje . Hay que llegar a ser experto en el lenguaje cinematográfico, la técnica, antes de poderse liberar y contar cualquier historia.Yo no he explorado todo dentro del blanco y negro, pero he llegado a cruzar obseciones personales: la pintura, el grafismo, las películas en blanco y negro de principios de siglo, el cine negro. Liberándome de ciertas cosas. Por ahora estoy digeriendo mis seis años de trabajo en Renaissance y espero la respuesta del público.

¿Le atraería hacer una película de ficción?
Me gustaría mucho, pero hay que saber lo que uno va a contar. Con la animación uno se puede esconder detrás de una cierta estética, pero es mucho más difícil hacer eso con una película de ficción incluso si David Lynch prueba lo contrario (con toda una simbología detrás). Yo sólo me volveré a lanzar con un objetivo interesante en mente y quizás duré diez años para hacer otra película. Admiro mucho a Terrence Malick que se toma su tiempo, porque es exactamente lo inverso de lo que sucede hoy en dia en la economía en donde debemos producir y consumir cada vez con mayor velocidad sin haber hecho ninguna reflexión.

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