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PELÍCULAS / CRÍTICAS Francia / Reino Unido / Estados Unidos

Crítica: Back to Black

por 

- La vida de la icónica cantante de soul británica Amy Winehouse vuelve a la pantalla en la cinta de Sam Taylor-Johnson, aunque muchos elementos estén desafinados

Crítica: Back to Black
Marisa Abela en Back to Black

En una industria cinematográfica que depende de la propiedad intelectual para ser explotada, el éxito del biopic de Queen Bohemian Rhapsody [+lee también:
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ha abierto la veda de una nueva era en la que los gigantes de la música pop —los Beatles y Bob Dylan ya se vislumbran en el horizonte— y otros artistas con un éxito más discreto —sí, me refiero a vosotros, Bee Gees— son ahora bienvenidos en los multicines, con biopics autorizados oficialmente por los sucesores, pero menos fáciles de justificar desde un punto de vista artístico. Como producción de StudioCanal, y con el apoyo adicional del canal francés M6, el biopic Back to Black, que gira en torno a la difunta Amy Winehouse, encarna una de las primeras películas europeas que tratan de sumarse a esta lucrativa tendencia.

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Esta pasable película de Sam Taylor-Johnson, que ha sido objeto de múltiples críticas en internet sobre la idoneidad física y la capacidad vocal de la actriz Marisa Abela como cantante, también ha prescindido de forma bastante obvia de la posibilidad de hacerse un hueco en las galas de premios más destacadas —ceremonias en las que este tipo de películas han tenido mucho éxito anteriormente—, optando en su lugar por un estreno en primavera a partir de esta semana, que correrá a cargo de StudioCanal. La película no pretende recordarnos o reintroducirnos en la música de Winehouse ni en su trágica historia. En su lugar, tiene la intención de crear una cómoda sensación de posteridad en la que su excesivamente corta vida no se defina únicamente por sus aspectos sórdidos, y se lleva a cabo a base de avalar sus logros artísticos en lugar de ofrecer una narración centrada en su victimismo. Sin embargo, este enfoque hace que la película parezca demasiado pulida y acogedora, lo cual contrasta con el profundo lamento —que todavía perdura— en torno a su muerte en 2011, tanto por parte de la industria musical británica como de la memoria nacional más amplia de un país muy orgulloso de sus iconos culturales autóctonos.

Back to Black introduce de manera acertada algunos elementos muy complejos, aunque el hecho de que la historia de Winehouse sea fascinante de por sí (la idiosincrasia de su infancia y adolescencia en los suburbios de Londres, y las cosas que la hicieron destacar y prosperar en una industria inestable y cambiante) también ayuda. La película constituye también un oportuno examen de las actitudes y patologías autodestructivas. Al limitar su enfoque a mediados de la década de 2000, la película se centra en su relación abusiva y codependiente con Blake Fielder-Civil (interpretado carismáticamente, aunque con poca sutileza, por Jack O'Connell) y en cómo ese sufrimiento ayudó —de forma contraintuitiva— a la protagonista a crear su música más conocida y duradera: el disco que da título a la película, y las canciones confesionales a la par que reivindicativas de "Rehab" y "Tears Dry on Their Own", entre otras.

Las muertes tempranas y trágicas como la de Winehouse siempre engendran exámenes de culpabilidad. El guion de Matt Greenhalgh deja caer alguna que otra sugerencia: cuando Amy conoce a Blake por primera vez en un mugriento pub de Camden, ya con varias unidades de alcohol encima —a pesar de que apenas es la hora de comer—, le dice igualmente: "Las drogas de clase A son para parguelas". Sin embargo, su tormentosa vida juntos y su posterior matrimonio —consagrado en la suite de un hotel de Florida, donde un joyero se abre y revela una piedra de crack en su interior— tuvieron su verdadero origen en el momento en el que ella empezó a sentirse fuertemente atraída por Blake. Con una autorización total por parte de los sucesores, la película nos proporciona una buena imagen del padre y antiguo mánager de Amy, Mitch Winehouse (Eddie Marsan), lo cual contrasta con la versión de Amy (la chica detrás del nombre) [+lee también:
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, el aclamado documental de 2015 de Asif Kapadia, que lo retrata como una influencia tan perjudicial para la cantante como Fielder-Civil.

Aunque Abela resulta convincente en las escenas dramáticas, en las cuales recrea a la perfección el cinismo sarcástico del personaje público de la cantante y evoca con acierto su firme y segura determinación de triunfar —así como su afán por disfrutar a su antojo de los beneficios de ese éxito—, las secuencias musicales no logran impresionar, en parte debido a la poco creíble imitación vocal de la actriz inglesa y a las cortas y baratas escenificaciones de varios conciertos emblemáticos en Glastonbury y los Grammy. Pero orquestar un espectáculo plano para una bola de fuego tan carismática es una cosa —algo que Austin Butler superó con creces en Elvis, independientemente de que te guste o no la película—; tratar esta historia como un mero homenaje carente de pasión cuando en realidad se trata de una tragedia que merece el tratamiento más sensible y perspicaz es otra muy distinta.

Back to Black es una producción —llevada a cabo por StudioCanal y Monumental Pictures— de Francia, Reino Unido y Estados Unidos.

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(Traducción del inglés)

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