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LOCARNO 2023 Competición

Crítica: Rossosperanza

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- La última y potente película de Annarita Zambrano es una cruel y violenta sátira contra la hipocresía de una sociedad prisionera de sus pequeños y mezquinos privilegios

Crítica: Rossosperanza
Luca Varone, Leonardo Giuliani, Ludovica Rubino y Margherita Morellini en Rossosperanza

La directora Annarita Zambrano, que nació en Roma pero acabó siendo adoptada por la ciudad de París, consiguió ya que sus cortometrajes se presentaran en varios prestigiosos festivales internacionales antes de que su primer largometraje, Dopo la guerra [+lee también:
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, fuera seleccionado en la sección Un Certain Regard de Cannes. En esta ocasión, Rossosperanza [+lee también:
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, su segundo largometraje, presentado en la competición internacional del Festival de Locarno, nos embarca en un verdadero viaje al pasado con los locos años 90 como destino. La película se ambienta entre las paredes de un instituto de reeducación dedicado a la "corrección" de los distintos tipos de conducta desviada, un instituto que supone el último recurso para padres de alto copete cuya intención consiste en "arreglar" las imperfecciones de sus hijos rebeldes y decididos a imponer sus propias reglas.

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La nueva película de Annarita Zambrano gira en torno a los años noventa, una época tan violenta como excitante en la que se bailaba sin parar al ritmo de la música tecno. Rossosperanza cuenta la exquisitamente surrealista historia de un grupo de jóvenes que encuentran en la música, en la reunión de cuerpos que se desmelenan al ritmo de sonidos repetitivos y catárticos, una vía de escape a un presente al que sienten que ya no pertenecen. Este grupo de élite criado entre algodones pero en estado de revuelta total está formado por Nazzarena (Margherita Morellini), una sociópata que intentó matar a un obispo y amigo de la familia con veneno para cucarachas, Alfonso (Lonardo Giuliani), que, a pesar de tener un padre demócrata cristiano, no parece dispuesto a reprimir su homosexualidad, Marzia (Ludovica Rubino), que seduce a adultos ricos porque está convencida de que pueden conseguir todo lo que se propongan, al tiempo que sueña con convertirse en toda una diva de la televisión, y Vittoriano (Luca Varone), una especie de caníbal que se encierra en su silencio para protegerse de la violencia de una sociedad consumista en la que la empatía y la ternura parecen ya no tener cabida.

Su día a día se caracteriza por constantes ejercicios repetitivos de autocontrol que sus grotescos educadores/gurús les obligan a hacer, creyéndose de esta forma con el poder de reparar sus mentes disfuncionales. De hecho, lo que realmente quieren las familias de estos jóvenes rebeldes es que todo vuelva a una normalidad basada en la sumisión dócil. Rossosperanza es una película política, una película contra el poder de un Estado que se aferra desesperadamente al concepto de familia, pero solo si el concepto hace referencia a una "respetable", heteropatriarcal y burguesa. La familia, que constituye el potente motor de una máquina perversa alimentada por una mentalidad machista que se burla con crueldad de la inclusividad, se convierte para los protagonistas de Rossosperanza en el enemigo a batir. Esta lucha se compone de múltiples momentos de encuentro entre jóvenes que se expresan más con el cuerpo que con la palabra, náufragos a la deriva que buscan desesperadamente una isla donde poder expresar su propia identidad, libres de todo dictamen burgués. Como la propia directora manifestó a Pardonews, "el cine tiene el poder de, en cierto modo, sacudir las conciencias de la gente, aunque eso ponga nerviosos a algunos". Está claro que el suyo es un cine subversivo y político que se opone a cualquier limitación normativa.

Esta sed de rebelión encarnada por los jóvenes protagonistas de la película se encarga también de guiar las elecciones narrativas de Zambrano, que transforma la realidad en un absurdo parque de atracciones poblado de bichos raros que reivindican con orgullo su diversidad. Ya se trate de la fuga de un tigre de un zoo privado, o de un dedo amputado que acaba convirtiéndose en trofeo de guerra, en Rossosperanza nada es lo que parece. La película se convierte así en una alegoría de un mundo decadente en el que los abusos han pasado a verse como algo normal (las referencias al polémico programa de televisión Non è la Rai no son fruto de la casualidad). En este contexto, luchar por defender la singularidad y la humanidad de cada uno resulta vital. Por todas estas cosas, el universo tan cruel como poético que Zambrano ha creado —que en ocasiones recuerda a Pocilga, de Pasolini— adopta la forma de un dulce veneno que traspasa la piel y toca la fibra sensible de los espectadores.

Rossosperanza ha sido producida por MAD Entertainment y coproducida por Minerva Pictures y TS Productions con RAI Cinema. Minerva Pictures se encarga también de las ventas internacionales.

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(Traducción del italiano)

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