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TORONTO 2018 Platform

Crítica: Mademoiselle de Joncquières

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- TORONTO 2018: Emmanuel Mouret firma un film brillante, delicioso y con interpretaciones memorables sobre la sofisticada venganza de una mujer seducida y luego abandonada

Crítica: Mademoiselle de Joncquières
Cécile de France y Edouard Baer en Mademoiselle de Joncquières

El encantador marqués de Les Arcis colecciona las conquistas, pero su última víctima, la inteligente viuda Madame de la Pommeraye, es consciente de ello, no piensa caer en sus redes y se lo hace saber, invitándole no obstante a probar suerte, en una especie de ajedrez sentimental y cortesano. Así comienza, en pleno siglo XVIII, en una apacible campiña que rodea una mansión, la excelente Mademoiselle de Joncquières [+lee también:
tráiler
entrevista: Emmanuel Mouret
ficha de la película
]
, último largo del sutil Emmanuel Mouret, presentado en la competición Platform del 43er Festival de Toronto.

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Rodando por primera vez en su carrera una época distinta a la contemporánea, con esta libre adaptación de un episodio de Jacques el fatalista y su maestro, de Diderot (que ya inspiró la muy diferente Las damas del bosque de Bolonia, de Robert Bresson), el cineasta francés ha descubierto un territorio en el que su extravagante y lúdica tendencia a la exploración de las complejidades del amor y su gusto por los enfrentamientos verbales lindantes con la comedia se expresa a la perfección.

"El mundo se divierte contando los días que os quedan con el marqués", cuenta a Madame de La Pommeraye (una Cécile de France en su mejor momento) su amiga y confidente (Laure Calamy). Y es que tras seis meses, después de un cuidadoso cortejo, a un tiempo desenvuelto y sincero, el marqués de Les Arcis (Edouard Baer, que parece haber nacido para interpretar personajes de esta época) ha conseguido su objetivo, formando una pareja oficial y feliz con Madame de La Pommeraye. Pasan dos años, se establece la rutina ("es el destino de todos los amores, las llamas tienen que apagarse", constata la confidente), y entonces, a la primera oportunidad, el marqués recobra su libertad ("solo nos queda felicitarnos por haber perdido juntos este frágil sentimiento"), pretendiendo mantener una "tierna amistad". Escondiendo su profunda herida bajo el barniz mundano, Madame de La Pommeraye concebirá un plan temible para vengarse, utilizando a una bella joven (Mademoiselle de Joncquières, interpretada por Alice Isaaz) y su madre (Natalia Doncheva), que han caído en desgracia social. Y el marqués cae en la trampa, a pesar de las advertencias: "tened cuidado. Si no queréis sufrir, evitad a esa chica... ".

Mademoiselle de Joncquières es una cruel y deliciosa tragicomedia que se mueve con esplendor sobre el hilo de un relato en el que se entrelazan de forma estrecha el fuego y el hielo, el corazón y la mente, el espectáculo de las apariencias y las maniobras subrepticias. Todo un regalo para los amantes de los duelos verbales, el film entra en una intensa resonancia con los tiempos actuales, pues los juegos y tormentos del amor trascienden los siglos. Avanzando con un consumado dominio de las elipses temporales, y puesta en escena con una fluidez muy controlada y nunca ostentatoria, la cinta marca claramente una etapa de madurez para un cineasta muy talentoso que gana solidez con cada nuevo trabajo.

Producida por Moby Dick Films y coproducida por Arte France Cinéma y Reborn Production, Mademoiselle de Joncquières es vendida internacionalmente por Indie Sales.

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(Traducción del francés)

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