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MÚNICH 2018

Crítica: We Were Just Playing

por 

- Ann-Kristin Reyels narra el descubrimiento "empírico" de una zona fronteriza, un poco mágica y francamente brutal, por parte de un niño

Crítica: We Were Just Playing
Roman Bkhavnani y Finn-Henry Reyels en We Were Just Playing

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 es el tercer film de la alemana Ann-Kristin Reyels tras Hounds [+lee también:
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, sobre un padre y un hijo que tratan de ganarse la aceptación de su entorno en la zona rural del este de Alemania donde se han instalado (Premio FIPRESCI en el Forum de Berlín 2007), y la insular Formentera [+lee también:
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 (2012); el nuevo largo se prestrenó mundialmente en la sección de nuevo cine alemán del Festival de Múnich.

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Se trata de una especie de fábula realista, pues la historia, aunque se desarrolle en gran parte en un bosque encantado, no duda en mostrarnos sin ambages las sórdidas actividades que tienen lugar en torno a las fronteras, en este caso, la que separa Alemania de la República Checa. Allí se acaba de mudar Jona (Finn-Henry Reyels), de 10 años, junto con su madre y su padrastro. Al verse ocioso y sin vigilancia, aprovecha el verano para explorar la naturaleza, y mientras se imagina en sus juegos que se comunica con otros planetas, no tarda en descubrir que en el país de enfrente, a donde llega inicialmente por azar, el día a día de los niños de su edad está determinado por consideraciones mucho menos fantasiosas. 

Cuando Jona conoce a Miro (Roman Bkhavnani), un joven ucraniano de 13 años al servicio de un hombre que ordena a todo un grupo de jóvenes prepubescentes a montarse en los coches de "clientes" alemanes, el primer reflejo de este último es sacar provecho de su relación. Luego, sin decirse ni una palabra, los dos chicos se hacen amigos, y nos damos cuenta de que los recelos iniciales de Miro respondían a un impulso protector. También comprendemos que la fascinación de Jona por el bosque está ligada a su incapacidad para entender por completo qué es lo que convierte a esa naturaleza, que para él es alegre y libre, en una zona inhóspita para otros, sobre todo porque este espacio, más que delimitar, parece unir estos dos mundos opuestos, diferentes en todos los sentidos, entre los cuales va y viene todos los días.

La realizadora propone una representación ciertamente interesante, empírica, de la realidad concreta de la frontera, que nos hace cruzar continuamente, en un sentido y luego en el otro, con Jona, a pie, en bici, en coche, sin que nunca veamos dónde se sitúa la línea de separación. Es en esa zona intermedia donde se encuentran los personajes, interpretados con una madurez increíble por los dos jóvenes actores, cuyas apariencias y actitudes respectivas les sitúan perfectamente entre dos edades —solo que uno apenas comienza a entrever el mundo de los adultos, y el otro todavía se permite ser un niño en algunos momentos—. A través de esta retórica de lo intermedio, Reyels hace palpable la dimensión absurda, la extrañeza, incluso, del solapamiento de tanta proximidad y tanta distancia. We Were Just Playing, con su puesta en escena y sus diálogos acertados y concisos, es una obra muy elegante que, en su simplicidad, también tiene algo de lapidario.

We Were Just Playing fue producida por Christoph Holthof y Daniel Reich para Kurhaus Production, que gestiona también las ventas internacionales.

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(Traducción del francés)

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