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CRACOVIA 2018

Crítica: White Mama

por 

- La directora de My Friend Boris Nemtsov, Zosya Rodkevich, vuelve con un potente documental sobre una mujer fuerte y su extraña pero armoniosa familia en apuros

Crítica: White Mama

La directora rusa Zosya Rodkevich, conocida por My Friend Boris Nemtsov [+lee también:
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, vuelve con una nueva película, White Mama [+lee también:
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, codirigida y editada por Evgenia Ostanina. El documental, que compite en el Festival de Cine de Cracovia, presenta una de las historias más difíciles vistas hasta ahora (algo importante, teniendo en cuenta el material que suele presentarse en esta categoría), ya que trata de una familia extraña pero armoniosa que se ve sometida a un gran estrés con la llegada de un nuevo miembro. 

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La mujer a la que hace referencia el título es Alina, una mujer moscovita que tiene seis hijos de piel oscura, de entre 8 y 23 años, fruto de su relación con un hombre etíope. En la actualidad, está casada con Sergei, un hombre compasivo, inteligente y amable. Como la pareja no puede tener hijos propios, deciden adoptar a Daniil, un niño de nueve años, huérfano y con problemas de desarrollo.

Pero antes de conocer a Daniil, somos testigos de la dedicación de Alina y Sergei a sus seis hijos. No sólo cuidan de ellos, sino que también los han matriculado en clases de piano (hasta tienen un pianino en su pequeño apartamento), ballet y deporte. Por supuesto, no todo es color de rosa, pero vemos a un grupo de personas relativamente satisfechas con su vida, que aman y comprenden al otro, sin agresiones verbales, físicas o conflictos importantes.

La llegada de Daniil lo cambia todo. Los médicos no tienen un diagnóstico claro para su enfermedad pero el niño es agresivo, difícil, impaciente, demandante y rencoroso (excepto en algunos momentos en los que, tras pelearse con toda la familia, corre exhausto a llorar en los brazos de Alina).   

La paciencia y el amor de Alina y Sergei es admirable pero sus hijos están sufriendo y ellos lo saben. La película plantea muchas preguntas sobre la dedicación, el altruismo, el egoísmo, la comprensión o la intolerancia, que pueden resultar abrumadoras para el espectador. También es dura a nivel estético, ya que la cámara de mano da vueltas por el apartamento o sigue a Alina y a sus hijos por la calle desde un ángulo bajo —a veces parece que es Sergei quien graba pero en los créditos finales (sobre un fondo azul claro, al estilo VHS) aparecen Alina Makarovna y Rodkevich como operadoras de cámara—.

White Mama es una película potente, y su protagonista es uno de los personajes más sorprendentes que ha honrado las pantallas el año pasado. La película sería más fácil de digerir si durase 20 minutos menos, y quizás un corte en los primeros minutos hubiese hecho más impactante la última media hora, en la que Alina lleva a Dominik y a Daniil a una feria.

White Mama ha sido producida por la compañía rusa CHBK Film.

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(Traducción del inglés por Carolina Benítez)

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