24/11/2016 - Roland Vranik crea una película humana y sensible sobre el trayecto de un africano deseoso de integrarse en la sociedad húngara

“Cuéntanos algo sobre el arte húngaro del Renacimiento”. Frente a los examinadores que le preguntan sobre la historia del país cuya nacionalidad desea conseguir, Wilson Ugabe, que ha huido de la guerra de Guinea-Bisáu tras la muerte de su esposa y la desaparición de sus dos hijas, no las tiene todas consigo. Al no tener ni idea sobre el príncipe Matías I Corvin el Justo, solo puede ofrecer las palabras del himno nacional en señal de buena voluntad: “en el gran mundo fuera de aquí, no hay sitio para ti”. Tiene incluso que contar sucesos horribles (mujeres embarazadas destripadas por los soldados que apostaban por adivinar el sexo de los bebés) para poner fin a las lecciones de moral del presidente del tribunal que denigra a aquellos que abandonan su país de origen. Sin embargo, esta entrevista es en vano de todos modos (“no veo ningún tipo de mejora tras seis meses, Wilson”), hay que empezar de nuevo. Así comienza The Citizen [+lee también:
tráiler
ficha de la película] (Az állampolgár), el tercer largometraje de Roland Vranik tras Black Brush (mejor película en la Semana del Cine de Hungría de 2005) y Transmission (premiada especialmente en Sevilla en 2009), presentado recientemente a nivel mundial en el Festival de Estocolmo y que se estrenará en Hungría el 16 de enero a cargo de Mozinet.

A través de la trayectoria de Wilson (Dr. Cake-Baly Marcelo) hacia la ciudadanía, el film trata de esbozar un retrato humano, ya que el protagonista en un refugiado modelo, un  quincuagenario valorado en su trabajo de vigilante en su supermercado, que ha conseguido crear vínculos de amistad con algunos de sus vecinos y que paga clases particulares para adquirir los conocimientos culturales necesarios para aprobar este examen que es la puerta de entrada del proceso de naturalización. También es un hombre bueno y solidario con aquellos que han vivido el mismo desarraigo que él, como la iraní Shirin (Arghavan Shekari), una inmigrante clandestina que ha escapado de un campo de retención para evitar la expulsión y a quién Wilson ayudará a dar a luz a escondidas y hospedará en su casa junto a su bebé. Sin embargo, es la relación amorosa con Maria (Mahr Agi), quincuagenaria, casada y madre de familia, y quien le enseña las bases de la Constitución y le lleva a visitar los monumentos y museos de la ciudad, lo que abrirá nuevas perspectivas de futuro y complicará su situación.

The Citizen, bien organizada y sin ceder a las tentaciones de la caricatura a pesar de su carácter resueltamente optimista y de su historia de amor interracial, ofrece una imagen bastante acertada de la percepción de los inmigrantes en la sociedad húngara. El racismo virulento se manifiesta con bastante discreción (“a ti te gusta la comida gratis, negro”), al contrario de los buenos y falsos sentimientos (la hermana de Maria que apoya a Wilson, pero que de vez en cuando suelta “¡Cuidado, no son como nosotros!”). La película narra con bastante precisión este estado intermedio lleno de esperanza y frustración en la que te anuncian que “el proceso de naturalización puede durar hasta diez años, sobre todo para un africano”, una posible nueva vida donde hay que enterrar la violencia sufrida en el pasado para mostrar siempre tu mejor cara en países donde, a menudo, como señala un amigo de Wilson que está en Austria “las mujeres ni me miran, no te sonríe ni una, nadie te habla”. Y si apreciar a la vez a Bartok y Fela Kuti es un primer paso hacia la comprensión mutua, el camino de la osmosis está plagado de dificultades.

Producida por Károly Fehér para Popfilm, The Citizen ha sido vendida internacionalmente por Fondo Nacional de Cine Húngaro.

(Traducción del francés)