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Yann Gonzalez • Director

"El cine que me gusta es un cine de la subversión y del amor"

por 

- Yann Gonzalez habló sobre Un couteau dans le cœur, obra presentada a concurso en Cannes en la que Vanessa Paradis encarna a una productora de cine porno gay

Yann Gonzalez • Director

París nos reunió con Yann Gonzalez para que nos hablara de su segundo largometraje, Un couteau dans le cœur [+lee también:
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: una producción de CG Cinéma que compitió en el 71ºfestival de Cannes y que ha estrenado en los cines franceses Memento Films Distribution. Se trata de una relectura muy sofisticada de las tradiciones del giallo entre las bambalinas de la industria del cine porno gay y de una ratificación de la originalidad de un cineasta que ya dio que hablar en Croisette al tomar parte en 2013 en la Semana de la Crítica con Les Rencontres d’après minuit [+lee también:
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Cineuropa: ¿Hasta qué punto el personaje principal se acerca a la realidad?
Yann Gonzalez: Es una productora de porno gay que ejerció realmente a finales de los años 70. Me pareció un personaje de lo más inspirador y eléctrico. Sin embargo, las únicas cosas que mantuve fueron su alcoholismo, su oficio evidentemente y su relación con la montadora, lo que constituye el arco narrativo del film. Mi coguionista, Cristiano Mangione, y yo transformamos completamente la personalidad de esta mujer para inclinarla más hacia el romanticismo, hacia un romanticismo un poco negro. Había un lado algo mugriento: rodaba películas en apenas medio día en un viejo sofá. Pero yo quería llevarla a algo más luminoso, menos tenebroso y sórdido. Cuando uno tiene un personaje femenino tan poderoso y extremo, eso deja necesariamente huella en imágenes. Ya teníamos este mundo del porno: un decorado. Después conocí a muchas personas que trabajaron en el porno en aquellos años: actores, productores, cineastas… Gente que conocieron a esta mujer, más o menos, y que también me inspiraron.

Hablas de la película como de un "recorrido de una mujer enamorada en un tren fantasma".
El tema era volver a ese lado foráneo del cine, cuando con tres truquillos la creencia florece de repente. Vamos en un tren fantasma y tenemos miedo, por mucho que sepamos que no hay más que actores en él. Aunque sabemos que todo es artificial, nos apetece creer en ello porque nos devuelve a la infancia. Esta película es un niño negro, un poco perturbado, pero creo que nunca hay que perder el vínculo con la infancia cuando se hace cine porque la infancia es la libertad, la imaginación, el gozo pleno con todo lo que vemos, todo lo que se nos ofrece, sin aprioris. Y es un relato que se hizo sin aprioris, con personajes libres que viven su sexualidad sin hacerse preguntas. Enseñar hoy este inframundo, este mundo un poco subterráneo, y bañarlo en la luz de la libertad era crucial y formaba parte de la esencia de la película.

¿Hasta dónde deseas llegar con lo lúdico, con ese juego con el cine de género, con las influencias del giallo o de Brian De Palma?
Hasta la incandescencia. Es un juego de extremos sin miedo a flirtear con muchas atmósferas distintas, sin miedo al sentimiento ni a la emoción. Hay que dar las tripas tanto como el corazón. Mi coguionista y yo nos dejamos llevar como dos locos al terreno de juego y encontramos un montón de ideas que nos hacían gracia. No teníamos miedo de caer en lo grotesco, en lo idiota o en cosas que cada vez vemos menos en el cine de hoy.

¿Cuándo se os ocurrió pensar en Vanessa Paradis para ese papel de productora de porno?
Quería abrir la película a un público más amplio que el de mi primera película y, desde el principio, quería una estrella para ese papel. Vanessa es una estrella rara porque no se aburre en absoluto. Tenía ganas de este rollo romanesco e intenso y a mí me apetecía volcar todo esto en su rostro, que es un rostro un poco a la antigua, de cine de los años 1920 o 1930, muy expresivo, que atrapa la luz como nadie. Además, tiene ese cuerpo frágil y tan delgado y pequeño. Anclar esta intensidad en ese cuerpo me parecía emocionante, como dos corrientes contrarias que convergen. El cine es también el arte de los opuestos, es fusionar cosas antagónicas, crear chispas.

¿Llevar lo transgresor hacia lo común es tu objetivo?
Es una voluntad casi política: llevar insolencia, cultura un poco marginal, al centro del cine, en una película financiada como una película del todo normal. Es importante porque reúne todo el cine que me gusta: un cine de la subversión y del amor. No hago jerarquías entre géneros cinematográficos y ésta es una idea nuclear del film: miramos todos los regímenes de imágenes como si pudieran generar la misma belleza. A veces, puede haber basura pero basta un plano, un racord, un actor, una mirada, una melancolía, para que resulte inspirador y dé ganas de hacer cine, que jóvenes espectadores vayan a hacer películas al ver la mía y se digan: hoy hacer una película soñada es posible.

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(Traducción del francés)

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