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Davide Barletti, Lorenzo Conte • Directores

“La última lucha de clase vista por los ojos de los niños”

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- Cineuropa pasó un rato con Davide Barletti y Lorenzo Conte en el Bif&st de Bari para hablar de su último largometraje, La guerra dei cafoni, en salas italianas el 27 de abril

Davide Barletti, Lorenzo Conte • Directores
Los directores Davide Barletti (izquierda) y Lorenzo Conte

Tras su debut en el festival de cine de Roma de 2016 y su estreno internacional en Róterdam, La guerra dei cafoni [+lee también:
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viaja de festival en festival por todo el mundo (Beijing, Buenos Aires, Nueva York, Copenhague, Múnich, Moscú) y llegará a los cines italianos el 27 de abril de la mano de Ismaele Film. Hablamos de ella con sus directores, Davide Barletti y Lorenzo Conte, a propósito del octavo Bif&st de Bari, donde compitió en la sección de primeros y segundos largometrajes.

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Cineuropa: ¿Cómo llegaron a conocer el libro de D’Amicis? ¿Y cómo lo adaptaron?
Lorenzo Conte: Estábamos trabajando en otra historia que no lográbamos sacar a la luz cuando nuestro guionista de entonces, Marco Saura, nos aconsejó que leyéramos el libro de Carlo D’Amicis La guerra dei cafoni. Lo hicimos y aquello fue amor a primera vista, así que decidimos vernos con el escritor y aquello también fue un flechazo. Carlo se puso a disposición de la historia, cosa que no siempre ocurre, pues, a menudo, el escritor es celoso para con su trabajo. De ahí salió la transformación de la novela en una obra cinematográfica. La gestación duró seis años. Torrematta es básicamente un lugar imaginario del Salento pero en el libro tiene connotaciones más realistas: hay adultos, aunque su presencia aparezca escondida, hay calles, hay comisarías… Poco a poco quitamos el mayor número de elementos realistas posible para ambientar la misma historia en un contexto más mágico, fabuloso y suspendido. Llevamos hasta el extremo lugares y personajes.

Y los adultos acabaron siendo eliminados...
L.C.: Ya en el libro tenían una especie de presencia-ausencia. Algunos papeles de adultos estaban más definidos pero todo era bastante difuso, un poco como en Charlie Brown: se ven sólo las piernas de los mayores mientras que los críos están a una altura distinta. Bajo la forma fílmica, pensamos simplemente que no servían y que así podíamos dar la escena en su totalidad a los niños y hacerlo todo más universal y fuera del mundo. Al principio lo recapacitas pero luego no: ¿dónde viven estos niños, cómo comen, de dónde sacan la gasolina para la moto? Al final no es importante, lo que en la película acaba convirtiéndose en un punto fuerte porque uno acaba centrándose en los niños.
Davide Barletti: También hay que decir que cuando eres adolescente y pasas tantos veranos infinitos, los adultos desaparecen a la fuerza, de algún modo. El mundo de los adolescentes es hermoso justamente porque ellos no están: es un mundo libre y descodificado. Sin embargo, en nuestra película hay reglas de orden casi primordial; de hecho, arranca con una escena en la que se funda la guerra entre las dos formaciones, en el alba de los tiempos. Para nosotros, borrar a los adultos significó dar a estos personajes la libertad de vivir.

En la cinta se habla casi exclusivamente dialecto. ¿Era igual en el libro?
D.B.: Sí pero con una inflexión más tarantino-salentina. Lo que hicimos en la película, que es una operación audaz de la que estamos muy orgullosos, fue, durante un larguísimo trabajo de casting con 800 niños y niñas, encontrar a estos 22 protagonistas que definiría como fuerzas de la naturaleza, decididos a no detenerse en una localización específica, todos de la provincia de Lecce o de la provincia de Bari, por ejemplo. Preferimos escoger los rostros que, a nuestro parecer, se adaptaban a lo que queríamos contar. Así salió lo que resulta una particularidad de la película, esta polifonía de dialectos: si cierras los ojos y escuchas la película, escuchas todos los dialectos de la Apulia.

Esta guerra entre señores y paletos, ambientada en los años 70, también es una reflexión sobre la transformación de un país?
L.C.: Podría ser una metáfora vista con los ojos de los niños de la última lucha de clase. Hoy ya ha cambiado todo: la terminología, los escenarios… pero quizá las injusticias han aumentado incluso: la polarización entre ricos y pobres permanece. Sin embargo, hemos colocado esta historia en manos de los niños justamente para quitarle los elementos clásicos del cine sobre las ideologías y la política de los años 70. Aquí no hay una sola referencia clara a los enfrentamientos de los años de plomo, no hay diarios ni manifiestos del partido comunista. Se trata de un relato de un pasaje histórico menos que de un relato de formación. Es una película transversal.

Y, al final, es la chica “paleta” la única que sabe mirar al horizonte…
D.B.: Las guerras son típicamente masculinas. Mela representa las ganas de salir de la codificación de los papeles. Nuestro desafío era hacer una película para niños que dejase elementos para una reflexión más amplia. La eterna lucha entre quien ha tenido todo y quien no tiene nada, hasta el verano del 75 estaba bien codificada: por una parte, los señores y, por otra, los paletos. En nuestra película llega un momento en que las cartas empiezan a mezclarse, la división se esfuma, como profetizó Pasolini, con la llegada de la pequeña burguesía y de la televisión. Después están también la edad adulta, el conflicto que se vive cuando hay que abandonar una fase de la propia vida y la libertad de romper con los esquemas.

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(Traducción del italiano)

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